¿Dónde jugaría Emelec como local este domingo 28 de abril, ante Barcelona SC, si el estadio George Capwell hubiera sido rematado al mejor postor, como increíblemente pretendían los directivos eléctricos de 1980 (el tenebroso plan tuvo vigencia hasta 1982)?. Tan cerca estuvo de hacerse realidad la pesadilla que EL UNIVERSO informó del desatinado proyecto dirigencial en una nota que tenía este titular, hace 44 años: ‘El Capwell en subasta: final de una era’.

Tras una profunda remodelación que lo modernizó a fondo en el 2017 -el aforo fue ampliado para 40.000 espectadores, entre otros aspectos positivos- hoy es imposible comprender que de la propio institución del Astillero naciera la intención de deshacerse de su más valioso patrimonio tangible con el fin de embarcarse en una aventura: construir un complejo deportivo en el Guasmo, con el dinero que el club azul pensaba recibir.

Los aspirantes a ser los nuevos dueños del Capwell anticiparon que tras demolerlo podrían convertirlo en un edificio con diversas dependencias, en el caso comprarlo el Municipio de Guayaquil. Probablemente hoy en su terreno podría estar un supermercado, si lo adquiría un empresario que iba a pujar en la subasta. Y si no era derribado, el Capwell pudo ser transformado en un coliseo multiusos para el deporte colegial. Esas terribles opciones son apenas tres de las que en 1980 pudieron concretarse si se firmaba la sentencia de muerte del icónico inmueble que levantó George Capwell, el Gringo Guayaquileño, padre de una pasión.

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Inmuebles que no se salvaron

El mítico escenario emelecista estuvo cerca de ser, por orden cronológico, el primero de una larga y desgraciada lista de legendarios recintos deportivos de Guayaquil que fueron reducidos a polvo y ceniza, cuando el irrespeto y el desprecio por las tradiciones de la ciudad se disfrazaron de progreso.

El destino del Capwell pudo ser tan infeliz como el que padecieron el estadio Ramón Unamuno (donde en 1943 se enfrentaron canarios y eléctricos por primera vez en la historia), y los coliseos Abel Jiménez Parra y César Salazar Navas, arbitrariamente destruidos en el 2016 por orden de la Federación Deportiva del Guayas, durante la gestión de Pierina Correa. Actualmente, los sitios en que debieron colocarse placas conmemorativas la historia tiene lápidas.

El Capwell tuvo más fortuna que la antigua Piscina Municipal, construida en 1929. Ni siquiera su condición de edificio patrimonial salvó a la pileta que por 89 años estuvo en las calles Malecón y Loja. En el 2018 fue borrada del mapa de la urbe, tras interminables décadas de descuido de sus administradores.

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El ocaso del Capwell

Con la convicción de que “el fútbol es una religión laica” -como sentenció el novelista y ensayista español Manuel Vásquez Montalbán-, la legiones de fieles hinchas de Emelec que a partir de 1991 empezaron su peregrinar al que consideran su templo, el estadio George Capwell, probablemente desconocen que en aquel año definitivamente se desvaneció el riesgo de que el club millonario perdiera tan invaluable propiedad.

Inaugurado en 1945, el Capwell muy pronto se llenó de una historia incomparable (por ejemplo, es el lugar donde Alfredo Di Stéfano disputó sus únicos partidos oficiales con la selección de Argentina, en 1947), de gloria eterna (el primer duelo de era profesional del balompié ecuatoriano se jugó ahí: Emelec 0, 9 de Octubre 0, en 1951), y de un sinfín récords impresionantes (es donde más compromisos de Copa América se han jugado, cuando Ecuador fue sede del torneo de la Conmebol: 30, 28 en 1947 y dos en 1993).

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Después de su fabuloso periodo de esplendor sobrevino para el Capwell un ocaso aparentemente rotundo a raíz de julio de 1959, fecha en todos los equipos del fútbol porteño, incluido Emelec, se trasladaron al entonces flamante Modelo, con mayor capacidad y una cancha con medidas más grandes.

El 25 de enero de 1980 EL UNIVERSO reprodujo la carta de Asoguayas a Dinader. Foto: Archivo

El Capwell, a subasta

Herido de gravedad por el abandono total y la sempiterna falta de mantenimiento, el Capwell agonizaba en la década de los 80. El estadio de la calle San Martín era un moribundo indefenso.

Por iniciativa de la dirigencia de Emelec, el Juzgado Cuarto de lo Civil fijó para el miércoles 16 de enero de 1980 una convocatoria a remate del Capwell. “Algunas instituciones han hecho públicas sus intenciones de adquirir este escenario deportivo, inclusive el Municipio de Guayaquil, lamentablemente no con miras a realizar en él trabajos de adecuación para que continúe prestando sus servicios al deporte, sino para construir ahí sus oficinas”, alertó EL UNIVERSO el 4 de enero de 1980.

En el mismo mes del año citado, la Federación Deportiva Estudiantil trató de pescar a río revuelto. Querían el Capwell envuelto para regalo. Durante una sesión en el colegio Guayaquil anunciaron estar “programando las gestiones que realizarán ante las principales autoridades, tanto provinciales como nacionales, para lograr que este estadio pase a manos de la Federación Deportiva del Guayas, la cual no tiene en la actualidad las canchas necesarias para llevar a efecto sus campeonatos”, reportó este Diario.

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Rectores y estudiantes de colegios en una asamblea que en 1980 pretendía que el Capwell fuera entregado a la Federación Deportiva Estudiantil. Foto: Archivo

‘Entregarlo gratuitamente’

La Asociación de Fútbol del Guayas también se puso en la fila de los ambiciosos. El 24 de enero de 1980 el organismo le envió una carta al entonces Director General de Deportes, ingeniero Jaime Muñoz Campuzano. La misiva tenía como finalidad primordial empujar en una dirección que beneficiara sus intereses: “concretar las conversaciones sostenidas en días anteriores, en relación con la expropiación del estadio Capwell”.

Remarcaba la Asoguayas, con ínfulas de tener algún derecho: “al respecto debemos expresarle al señor ingeniero Muñoz, que el Gobierno anterior, en uno de sus pocos actos valiosos ante la conciencia deportiva del país, resolvió entregar en forma gratuita a la Asociación de Fútbol del Guayas el estadio Capwell (...) Insistimos en que el estadio sea expropiado a favor de la Asoguayas”.

El 9 de enero de 1980, EL UNIVERSO publicó declaraciones de Galo García Feraud, Ministro de Educación. El burócrata dijo: “el presidente del Club Sport Emelec me visitó y accedió a mi pedido de suspender la subasta que había sido convocada para vender dicho estadio. Queremos adquirirlo para dar las oportunidades de la práctica de deportes como el fútbol a los habitantes de Guayaquil. El presidente de Emelec ha aceptado y vamos a iniciar los trámites administrativos necesarios para que este estadio (el Capwell) pase a poder del Estado ecuatoriano”. Según este Diario se pagarían 40 millones de sucres.

Johnny Fellman (i), expresidente de Emelec, se opuso a la venta del Capwell. Miguel Fellman, su hijo, también fue directivo azul. Foto: Tomado de El Gráfico

En el Guasmo, primera piedra

De esta última alternativa habló en EL UNIVERSO, el 9 de enero de 1980, Jaime Muñoz Campuzano, entonces titular de la Dirección Nacional del Deporte (Dinader). “Con relación al asunto del estadio Capwell, el concepto clarísimo que yo tengo es que ese campo no debe desaparecer y la idea que yo había tenido era adquirir el estadio Capwell para que lo maneje la Federación Deportiva del Guayas o la Federación Deportiva Estudiantil”, comentó el funcionario público.

¿Iban a recibir los directivos azules alguna cantidad en efectivo por parte del Estado? “El dinero producto de la compra del estadio, no entregárselo al Club Sport Emelec directamente, sino mediante la construcción de un complejo deportivo bastante grande, bastante funcional, que tiene proyectado Emelec. Con lo cual, no perderíamos un escenario sino que ganaríamos uno más en una ciudad como la nuestra, que lo que menos tiene es espacios verdes, recreacionales”, explicaba Muñoz Campuzano hace cuatro décadas.

De todo lo anterior, nada se concretó. Sin embargo, encandilados por las propuestas gubernamentales, los crédulos dirigentes de Emelec se emocionaron tanto con la oferta del Ministerio de Educación que se adelantaron a poner la primera (y única) piedra de las instalaciones que anhelaban construir en el Guasmo.

Rescatado y a salvo

Un Frente Pro Defensa del Capwell fue creado para tratar de impedir subastas, expropiaciones y más locuras. Desde otras trincheras, entre los muchos soldados que batallaron sin tregua para salvar al estadio los más visibles y combativos fueron Otón Chávez Pazmiño y Johnny Fellman, socios emelecistas de raza.

En tanto, EL UNIVERSO clamó de esta manera por la supervivencia del Capwell, el 4 de enero de 1980: “quienes verdaderamente sentimos el deporte hacemos un llamado a la principales autoridades, no solo deportivas sino también civiles de la provincia, para tratar de salvar este escenario deportivo que encierra en sus tribunas y en su gramado parte de la historia deportiva de Guayaquil y del Ecuador entero”. En 1982 la cruzada de Chávez, Fellman, y más eléctricos, triunfó definitivamente.

El 25 de julio de 1989 una primera piedra de mayor relevancia fue colocada en la cancha del viejo y lastimado estadio Capwell por Ferdinand Hidalgo y Nassib Neme, presidentes de Emelec y de la Comisión de Fútbol, en ese orden. El rescate estaba en marcha y lo lideró Neme. En mayo de 1988, en su primera experiencia como miembro de la directiva, el guayaquileño propuso concretar la reconstrucción del inmueble.

El 26 de mayo de 1991 el Capwell reabrió sus puertas para el fútbol de primera división y para torneos internacionales. En febrero del 2017, también por la dinámica gestión de Neme, el estadio salió airoso de la ‘cirugía mayor’ a la que fue sometido: fue completamente renovado y embellecido. Con el Capwell a salvo hace mucho, Emelec se alista a celebrar 33 años continuos siendo anfitrión en el estadio que este domingo albergará una nueva edición del Clásico del Astillero. (D)