En un contexto de migraciones masivas, exilios, exclusiones y deportaciones  injustos, de alarmante  proliferación de  actos antisemitas y violentas escaladas de  amenazas racistas, de crisis económica y alimentaria,  se iniciará  el 20 de abril en Ginebra la Cumbre de Naciones Unidas Durban II contra el Racismo, donde se revisarán temas candentes como la represión de la cultura de derechos humanos, genocidios, limpieza étnica, discriminaciones religiosas, sexuales y políticas e igualmente la libertad de expresión y la situación Palestina/Israel.  La primera conferencia tuvo lugar  en  2001.

 Es de esperar que los fines de revisión de esta conferencia no queden englutidos en la memoria del tiempo sino, al contrario, que su mensaje sea adoptado por la comunidad internacional a fin de  crear más espacios de diálogo,  pese a que líderes de ciertos países ya han empezado a poner sus condiciones, totalmente en contradicción con los principios éticos fundamentales y otros países amenazan con boicotear esta Cumbre.

Numerosos son aquellos que no pueden aún aceptar que la diversidad no conoce fronteras porque las culturas no son aisladas y evolucionan al contacto entre ellas,  influenciándose y enriqueciéndose mutuamente. Hoy, en este mundo de intercambios humanos y económicos acelerados, más que nunca se impone el respeto al pluralismo. Hemos visto que jamás la homogenización humana basada en la dominación de un grupo étnico ha sido una solución.

Hoy vivimos una civilización industrial con lógica de acumulación, supuestamente con fines de desarrollo, pero en la práctica lo que acumulamos son situaciones sociales explosivas, habida cuenta que la riqueza producida por el desarrollo  da origen a millones de insatisfechos  y la pobreza  subsiste, quizás más que antes.  De hecho, este mundo dominado por el consumo conduce  la masa de excluidos a la desesperación debido a las formas perversas de crecimiento económico que al privilegiar las minorías, condena la mayoría a la miseria.     Es de esperar que estos propósitos sean bien  definidos en la agenda Durban II.

 Es indudable que la tradición humanista de  nuestra civilización se perderá  si no refuerza los lazos de solidaridad entre pueblos y culturas en el marco de relaciones internacionales participativas.  Después de todo, es  la supervivencia de la humanidad que  está en juego y si bien  la solidaridad y cooperación internacionales son de responsabilidad común, por otra parte, habría que reinventar la historia para asentar el principio de que la etnicidad en sí misma no es causa de conflictos.  El conflicto surge por la manipulación que de ella se hace  por seres ávidos de poder e insensibles al sufrimiento humano:  todos los medios son buenos para sus fines, entre ellos el uso indebido de internet para difundir propósitos racistas, hecho que al fin se tomó en cuenta en una conferencia sobre racismo y xenofobia, siendo hoy considerado un delito castigado por la ley.

Lo anterior trajo a mi memoria mi reciente encuentro con Tim Berners-Lee, inventor  del  revolucionario Web hace 20 años, quien precisó que el objetivo de ese invento fue la comunicación entre los seres humanos pero que, desafortunadamente, muchos  desaprensivos lo usan para fines delictivos, entre esos la pornografía infantil y llamados a la violencia.

¿En qué momento de la historia se empezó a abandonar los valores humanos haciendo uso de la tecnología y de la ciencia para el mal?