Es la hora de las interpretaciones y las especulaciones, de las alegrías de los unos y de las amarguras de los que ejercen la vocación de la perpetua oposición.

Apostarle a la objetividad es difícil. Hay que intentarlo, sin embargo:

1.- Los resultados son un triunfo político de Daniel Noboa. Ganó el sí en las nueve preguntas sustanciales. El reto del Gobierno era, y es, la seguridad. El sí, vinculante para todos, pondrá contra la pared a la Asamblea Nacional, que deberá hacer bien y pronto las reformas legales que ordenó el país. Patalearán, pero el mandato es tan categórico y abrumador, que deja muy poco espacio para las argucias y las tardanzas.

Noboa está al frente...

2.- La gente votó inducida por el humano interés a la seguridad y por el temor a la violencia. El Gobierno interpretó ese sentimiento y apostó a lo que era incuestionable: la paz perdida y la esperanza de recuperarla.

3.- Los resultados agregan capital político al Gobierno. No es un cheque en blanco. Es un mandato con una gran carga de responsabilidad. En el tiempo que le resta, el presidente Noboa debería administrar ese éxito con prudencia y responsabilidad. Éxito del Gobierno y esperanza de la gente a la que no se le puede defraudar. Esto es un reto para la democracia en serio.

¡El pueblo es intuitivo!

4.- Los resultados, del orden del 70 % por el sí se produjeron a pesar de (i) el incremento del impuesto al valor agregado, IVA; (ii) la crisis eléctrica; (iii) la oposición de la Asamblea Nacional; (iv) la conducta ubicua de los que juegan a gobernar desde las sombras; (v) al trabajo de zapa de los dependientes de Iza; (vi) al silencio de la sociedad civil y de sus gremios; (vii) a las redes sociales que orquestaron una intensa campaña por el no; (viii) a las inundaciones y otros desastres; (ix) a la persistente violencia, (x) a la crisis económica. Y a los problemas con México.

5.- El voto por el no: El tema del arbitraje internacional era, y es, incomprensible para la mayoría de la gente. El tema del trabajo por horas ni se entendió, ni se explicó. Parecería que fueron temas de relleno, para entretenimiento de la oposición. El Gobierno no enfatizó en ellos. En todo caso, el no es insustancial: tanto el arbitraje como el asunto laboral tienen alternativas que deberían emplearse con inteligencia; por ejemplo, el contrato por jornada parcial permanente, vigente desde hace años (art. 82 Código del Trabajo), que se usa muy poco y, en la práctica, puede suplir al trabajo por horas. Debería el Ministerio del Trabajo regularlo de modo eficiente, crear otras modalidades de trabajo o mejorar las reglas ahora vigentes. Puede hacerlo por acuerdo ministerial, facultad que le concedió la ley hace años ya.

6.- El arbitraje internacional, con la gran carga ideológica que se expresa en el artículo 422 de la Constitución, no será posible cambiar, al menos en el mediano plazo. Hasta tanto, hay que leer con cuidado el segundo inciso de ese artículo que permite la sujeción a “instancias arbitrales regionales” en los casos de controversias entre el Estado y los inversionistas. Son elegibles, por ejemplo, Chile, Uruguay, Perú, etc. Así es posible el arbitraje internacional. (O)