¿Por qué las naciones que son ricas en recursos naturales frecuentemente son las más pobres? Desde el siglo XVIII los economistas han notado esta cruel paradoja: el bienestar de los habitantes de un país está a menudo negativamente correlacionado con la cantidad de recursos naturales que posee. Salvo excepciones como los países nórdicos, las naciones ricas en petróleo, oro, diamantes u otros minerales generalmente exhiben altas tasas de pobreza, desigualdad y corrupción, además de sufrir de inestabilidad política, violencia, dictaduras y violaciones de derechos humanos. Ejemplos de este fenómeno son fáciles de encontrar en África, el Medio Oriente y aquí mismo en América Latina.

Esta desconcertante paradoja, sin embargo, tiene una explicación. En efecto, la razón detrás de este fenómeno es que la abundancia de un recurso natural frecuentemente causa que toda la atención y energía de los actores políticos y económicos de un país se orienten a tratar de controlar ese recurso y a acaparar la mayor cantidad de ganancias provenientes de este. La riqueza que trae este recurso natural, por lo tanto, tiene el pernicioso efecto secundario de provocar que los demás sectores económicos permanezcan desatendidos e infradesarrollados. Peor aún, la fortuna que trae la extracción de estos minerales acaba alentando la corrupción, especialmente entre las élites del país, pues resulta mucho más fácil hacerse millonario gracias a estas regalías que a través del trabajo honesto. Todos se pelean por tener una tajada del mismo pastel, en vez de hornear otros pasteles. Cual un adicto a las drogas, el aparato político y económico deviene enteramente dependiente de este recurso en detrimento del bienestar de la ciudadanía en general.

Este fenómeno es apreciable en Ecuador. En efecto, desde que se descubrió petróleo en nuestro territorio la economía de nuestro país ha dependido desproporcionadamente de la explotación y exportación del crudo, el cual está controlado por el Estado.

Las consecuencias de esta adicción han sido nefastas. Nuestra sobredependencia del sector hidrocarburífero ha disminuido los incentivos tanto del sector público como privado para innovar y abrir nuevos mercados. Peor aún, como la riqueza petrolera es esencialmente un monopolio del Estado, eso ha causado que la corrupción se convierta en la forma más fácil y rápida de hacerse rico en Ecuador: sea mediante contratos asignados a dedo, sobreprecios, o simplemente robando directamente los fondos públicos.

(...) eso ha causado que la corrupción se convierta en la forma más fácil y rápida de hacerse rico en Ecuador...

El petróleo es un recurso limitado, cuyas reservas tarde o temprano se agotarán. En este cambio generacional en la política ecuatoriana, es menester que nuestras nuevas generaciones estén conscientes de la necesidad de cambiar nuestro modelo económico. ¿Por qué no soñar con un Ecuador donde las industrias tecnológicas y de nueva generación sustituyan la vieja economía extractiva? Depende de nosotros escapar de la paradoja de la abundancia. ¿Tendremos la visión y temple para hacerlo? (O)