Durante las últimas semanas las redes sociales han sido inundadas por borreguitos. Borreguitos profesores, estudiantes, verduleros, cantantes y hasta borreguitos migrantes, todos juguetones y con ojitos inocentes. Mediante esta táctica electoral, el correísmo intenta lo que se denomina como una “reversión de estigma”, es decir, tomar una expresión usada para insultarlos y adoptarla como un símbolo de identidad y orgullo colectivo. Después de que los partidarios de la RC5 hayan sido llamados “borregos” durante años por seguir a su líder sin chistar, lo que esta estrategia de campaña pretende es que pierdan la vergüenza de ser identificados con ese animal sumiso y puedan decir “sí, soy borrego, ¿y qué?”, o incluso, “sí, soy borrego, ¡y a mucha honra!”.

Resignificación ‘made in Springfield’

Pero el uso de estos borreguitos de caricatura en realidad tiene un segundo propósito, el cual pocas veces es discutido. Y es que mediante estos animales infantiles, el correísmo no solo busca que sus militantes se sientan orgullosos de ser llamados “borregos”, sino que busca presentarse como un movimiento alegre, inocente y juvenil. Un partido que transmite inocencia y aires juguetones. Las razones de esto son claras: para muchos ecuatorianos, el movimiento RC5 representa todo lo opuesto.

Borregos, tiktoks, canciones y eslóganes, las estrategias de los candidatos a la Presidencia durante la precampaña

La primera imagen que viene a la mente de muchos al oír la palabra “correísmo” es la del líder supremo desgarrando a pedazos periódicos en sus clásicas sabatinas. Vienen a la mente también episodios de persecución mezquina y sin sentido como el “caso El Universo”, el cual le costó al Ecuador una condena por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, o el encarcelamiento de Francisco Sampedro, acusado penalmente de “terrorismo” por el crimen de llevar un monigote en forma de borrego (¡las ironías de la vida!). Otros quizá recordarán primero el bochornoso episodio del “30-S”, con toda su violencia y posterior persecución. Algunos, en cambio, quizá recuerden a los “diez de Luluncoto”, la persecución de Galo Lara, el secuestro de Fernando Balda, el cierre del diario Hoy o quizá la muerte de Jorge Gabela. Los episodios se multiplican con facilidad.

Los lobos se cubren con pieles de ovejitas juguetonas, a ver si así el pueblo se olvida de lo que realmente son.

Y es que para la mayoría de los ecuatorianos el correísmo inmediatamente conjura recuerdos de insultos, amenazas, violencia y persecuciones. Un movimiento que energizaba a sus bases mediante un discurso de confrontación, ataque y burla contra todo el que se atreva a no pensar como ellos. Un constante discurso de “nosotros” contra “ellos”, es decir, “nosotros” contra “los pelucones”, “la prensa corrupta”, las “gorditas horrorosas”, los “indios fracasados”, los “traidores a la patria”, las “momias cocteleras” o cualquier otro insulto creativo que al pastor del rebaño se le haya ocurrido esa semana para denigrar a quien no bajara la cabeza ante él.

Que los estrategas del correísmo busquen ahora ser asociados con sonrientes borreguitos de peluche es quizá signo de que se han dado cuenta de que el discurso del odio ya no vende como antes. Los lobos se cubren con pieles de ovejitas juguetonas, a ver si así el pueblo se olvida de lo que realmente son. ¿Será que les creeremos? (O)