Desde la declaratoria de conflicto armado no hay día que pase sin que las redes sociales se inunden de videos de pandilleros siendo ajusticiados por la fuerza pública. Pandilleros apaleados, maquillados, pateados, mientras rugen y cantan “Estamos rulay”. Si bien este tipo de videos tienen un efecto catártico para una ciudadanía que ha sufrido duramente bajo el imperio del miedo a la delincuencia y al crimen organizado, hay algo que no debe dejarnos de impactar: la edad de los delincuentes.

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Los jóvenes son el tesoro de una nación. Los llamados a ser el puente que une nuestro pasado con nuestro porvenir. Los arquitectos del futuro. La sangre de la comunidad, que asegura su vida y continua existencia. Resulta tristemente evidente, sin embargo, que las mafias han robado nuestro mayor tesoro. Ecuador ha perdido una generación.

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La mano dura contra la delincuencia tiene que venir acompañada de una profunda reflexión sobre los factores que nos han llevado hasta aquí. Muchos parecen olvidar que un joven no se levanta un buen día y decide convertirse en sicario, sino que hay una larga cadena de causas y efectos que lo ponen en la posición de tomar esa decisión fatal. El camino que llevó a tantos niños y adolescentes a unirse a las filas de la delincuencia organizada fue pavimentado por el fracaso y negligencia tanto del Estado como la sociedad civil en dar solución a los gravísimos problemas que afrontan la niñez y juventud de nuestro país.

Mientras estos graves problemas estructurales no sean atendidos... nuestra juventud continuará siendo presa fácil de las mafias...

Los números no mienten. El camino empieza desde el mismísimo embarazo. En Ecuador aproximadamente el 32 % de las mujeres embarazadas sufren de anemia causada por mala nutrición. Esta situación no mejora con el nacimiento. Aproximadamente el 20 % de los niños ecuatorianos padecen de desnutrición infantil crónica. Más del 20 % de las familias ecuatorianas tienen a un padre ausente. Igualmente, el 60 % de las mujeres en Ecuador han sido víctimas de violencia, a menudo en el ámbito familiar. La inestabilidad y desintegración familiar, por lo tanto, son angustiantes problemas que despojan a miles de niños de un modelo a seguir, o los convierten en testigos recurrentes de abusos y violencia. El excesivo consumo de alcohol y estupefacientes es otro problema que empieza desde temprana edad. En efecto, más del 26 % de los ecuatorianos que consumen alcohol lo empezaron a hacer antes de tener 16 años, y, sorprendentemente, hay estudios que sugieren que aproximadamente la mitad de niños entre 12 y 15 años de nuestro país ya ha experimentado algún tipo de droga.

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Desnutrición, familias quebradas, padres ausentes, violencia intrafamiliar, droga y alcohol. Este rosario de problemas, que fácilmente podría alargarse, pinta a una sociedad que presta oídos sordos a los gemidos de sus miembros más vulnerables: sus niños y adolescentes. ¿Es sorpresa entonces que las mafias hayan tenido tanta facilidad en reclutarlos? Mientras estos graves problemas estructurales no sean atendidos con la urgencia que merecen, nuestra juventud continuará siendo presa fácil de las mafias y Ecuador lamentará otra generación perdida. (O)