Una de las cosas más interesantes que uno aprende al estudiar la evolución de las religiones es la compleja relación entre la teología y la historia. Si bien la teología aspira a revelar verdades eternas e inmutables, lo cierto es que un análisis de cómo esta ha cambiado a través del tiempo nos muestra cómo articula y responde a preocupaciones y necesidades humanas que emergieron en momentos históricos particulares. Hoy hablaré de uno de los ejemplos más interesantes de este fenómeno: el origen histórico de satán.

A pesar de que en el Antiguo Testamento hay algunos escasos pasajes donde aparece un ángel referido como “satán”, este no se parece en nada al ser demoniaco que conocemos hoy. Si bien la palabra “satán” en hebreo significa “adversario”, en el Antiguo Testamento este ángel no es descrito como un adversario de Dios, sino como uno de sus servidores. Lo que hace que este ángel sea llamado “satán” es el hecho de que, en las pocas historias donde aparece, Dios lo autoriza para convertirse en el “adversario” de un ser humano. Este es el caso, por ejemplo, del “satán” que aparece en el libro de Job, donde Dios lo autoriza a poner a prueba la fe de Job.

El concepto del demonio tal y como lo conocemos hoy, en realidad, no tiene su origen en la literatura bíblica sino en textos que empezaron a ser escritos a partir del siglo II a. C. Libros de los cuales sospecho el lector probablemente nunca ha oído, como el Libro de Enoc, el Libro de Jubileos o el Testamento de Moisés. Si bien estos escritos antiguos no fueron incorporados a la Biblia (quedando relegados como libros “apócrifos”), las ideas que articularon han tenido un impacto enorme tanto en el judaísmo como en el cristianismo. En efecto, entre otras cosas, es en esta literatura que la hoy familiar idea de que existen ángeles rebeldes aparece por primera vez y donde el “satán” del Antiguo Testamento es transformado en un adversario de Dios.

El concepto del demonio tal y como lo conocemos hoy, en realidad, no tiene su origen en la literatura bíblica...

En esta literatura, la existencia de estos agentes demoniacos es usada para explicar por qué en un mundo creado por Dios a menudo los justos sufran de persecución a manos de los injustos: no es Dios, sino satán, quien es responsable de que los buenos padezcan mientras los malvados prosperan. Que estos libros hayan empezado a ser escritos en esa época no es coincidencia, pues fue en ese entonces que el pueblo judío vivió una de sus peores crisis: la persecución del emperador seléucida Antíoco Epífanes, quien mediante tortura y muerte intentó obligarlos a abandonar sus costumbres ancestrales. Si bien esta no era la primera catástrofe experimentada por los hebreos, era la primera vez que se enfrentaban a alguien que sistemáticamente intentaba erradicar su identidad y religión.

El impulso psicológico detrás del origen de satán, por lo tanto, es bastante claro. Perseguidos por intentar permanecer fieles a Dios, los autores de estos textos eran incapaces de explicar cómo su cruel realidad podía ser posible en un mundo controlado exclusivamente por él. Solo imaginando la existencia de poderes oscuros su angustiosa situación se volvió inteligible. (O)