Por Jorge Sandoval | Dramaturgo y director de teatro

Hoy quiero acercar al público la novela de Mary Shelley Frankenstein, que aparece en el año 1818 cuando Mary contaba con tan solo 20 años. Esta criatura atípica con el tiempo devino en un personaje famosísimo de la ficción que ha sido inspiración para distintas artes desde la ilustración, el cine y el teatro; pasando por los dibujos animados hasta los diseñadores de disfraces.

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Y es que para explicarnos la capacidad de adaptación que ha tenido este personaje tendríamos que abrir el libro y darnos cuenta de muchas cosas interesantes que son las que hacen que no pierda vigencia.

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La primera impresión que nos llevamos es que está escrito en género epistolar, es decir que nos enteramos de los sucesos por una serie de cartas que se intercambian los personajes, así descubrimos los sucesos a partir de lo que escriben los mismos personajes y no por un punto de vista del narrador.

Este ser, que fue creado por el doctor Frankenstein a partir de “armar una persona” de 2 metros con 44 centímetros con los miembros de distintos cadáveres, algo que para cualquiera sería un disparate horroroso, termina teniendo éxito para el doctor cuando una tormenta eléctrica le ayuda con la descarga necesaria para que ese cuerpo armado de fragmentos se anime enteramente.

Esta situación planteada transgrede toda posibilidad de realismo en dicha época, puesto que infundir vida en un laboratorio era para cualquier lector algo imposible o digno de las fantasías de terror, pero al mismo tiempo era una utopía para la clase científica, puesto que ya habían empezado a hacer investigaciones fisiológicas reanimando tejidos muertos mediante descargas eléctricas, lo que se conoció después como galvanización o terapia de corriente galvánica. Por aquello es que se conoce a esta novela como precursora del género ciencia ficción.

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Toda la acción de la novela aparece narrada en las cartas que envía el capitán Walton a su hermana. Mediante esas cartas nos enteramos del doctor Frankenstein en su proceso de investigaciones científicas y de la creación del monstruo.

El doctor Víctor Frankenstein es castigado por su criatura, que le reclama haberlo condenado a una vida de discriminación y también de rechazo, porque al crearla este científico había concebido la existencia como pura biología, olvidando todo lo otro que nos hace humanos y que su creación no poseía.

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A través de esta novela la escritora se pregunta hasta dónde es capaz el hombre por el afán de descubrir y conocer. Es decir, se cuestionó los límites éticos del conocimiento, lo que hace que no pierda vigencia esta novela, mucho más en esta época donde todos los días somos sorprendidos por avances científicos, tecnológicos y sociales. (O)