Dos momentos políticos importantes coinciden por estos días en Ecuador: el Gobierno de Daniel Noboa cumple tres meses, y el llamado a elecciones para reemplazarlo, 15 días. Porque si no se ha dado cuenta, desde el 9 de febrero está corriendo el nuevo año electoral, que justamente terminará, con la primera vuelta, el mismo día del 2025, y si es necesaria una segunda vuelta, en abril de ese año.

Así de rápido marchan las cosas en este tiempo de crisis y profunda depresión social, con el desbordamiento del crimen organizado que sin duda ha sido el trabajo al que mayor atención a puesto el novel mandatario y en el que ha logrado interesantes resultados que mostrar, mientras enfrentaba a la vez la situación económica que ha derivado en una siempre antipática alza de impuestos como el IVA, con un tácito respaldo de sus aliados políticos “enemigos” de ese tipo de decisiones.

Pero ya que estamos en año electoral, de ahora en más, en los pocos meses que le restan por trabajar hasta que pida licencia para optar por la reelección, veremos si en Noboa hay un político más o un estadista. La diferencia básica en este caso es que el primero haría cualquier cosa por no afectar su inusitada popularidad, mientras que el segundo seguiría tomando las decisiones que sean, sin la condicionante del voto.

En un año electoral tan vertiginoso, incluso con una consulta popular intermedia programada para fines de abril de este 2024, sugiero tener ojos y oídos bien abiertos. Porque a este país despedazado económica, social y hasta invernalmente, ya le han surgido al menos 10 precandidatos dispuestos, por lo visto, a administrar la desgracia. O que saben algo que nosotros no. Y en ese contexto vemos alcaldes y prefectos, funcionarios y dignatarios, que son potenciales binomios, botas puestas, solidarizándose y enviando maquinaria a zonas donde cada invierno hay que emprender tareas de remediación y rescate, que dicen ser definitivas y duran solo hasta la siguiente inundación.

En esa nómina de 10 hay un expresidente que ya no sabe qué camino tomar para reinsertarse en elecciones que está seguro de ganar (el más reciente, el fallido intento de reformar el COIP); su candidata perdedora de la última segunda vuelta, que no se ha bajado de la tarima y aspira a ser ratificada; otra cuña del mismo palo que ya estuvo en la papeleta por la Revolución; el líder indígena de los paros callejeros y violentos que finalmente ha decidido someterse a las

urnas y recuperar ese electorado de manos de quien tampoco ha descartado volver a participar. Están también un exvicepresidente que arma equipos y se trepa prematuramente a la campaña, seguro de que esta vez sí; un empresario de la internet que impulsado por un madrugador espaldarazo socialcristiano quiere volver a debatir ante el país quién sabe más de seguridad. Un abogado que había prometido no dejarse seducir por la política electoral y ahora intenta liderar una unión de las izquierdas; y si se animan como parecería los que en la contienda última llegaron justamente últimos, tendríamos entonces una nutrida papeleta presidencial para el 2025. ¿Qué tendrá el poder que seduce tanto? (O)