El Gobierno, sin duda con buena voluntad, ha enviado un proyecto de reforma tributaria y económica a la Asamblea Nacional. Buena voluntad y un triple deseo: empujar la economía, crear empleos y mejorar las cuentas fiscales. ¿Se logran estos objetivos? Poco, muy poco o quizás nada. Los problemas son más profundos que pequeños cambios tributarios.

¿Crecimiento? Se ofrece ventajas tributarias por inversiones en energías no renovables, zonas francas, el IVA para los insumos de la construcción y algo más. Si el crecimiento dependiera de minucias, sería fácil crecer, pero es bastante más complejo: bajar el riesgo país mejorando las finanzas públicas y más aún el riesgo que todos sentimos dentro del país (no solo físico, sino de los excesivos riesgos de emprender), atacar inseguridad y problemas eléctricos, reformas estructurales (ejemplo, laboral y seguridad social), continuar y cerrar las negociaciones de los tratados de comercio, atraer más banca internacional, dejar de dudar de que la dolarización se puede terminar (cerrar el Banco Central sería muy bueno)... y más.

¿Qué cambios trae la nueva reforma tributaria propuesta por Daniel Noboa?

Unidad Técnica Legislativa recomienda calificar el proyecto urgente remitido por Daniel Noboa

¿Empleo? Se ofrecen ventajas tributarias para los empleos entre 18 y 29 años. ¿Esto cambiará el mercado laboral? Obviamente no. Lo que se necesita es mayor crecimiento económico (ver punto anterior) de al menos 4 % anual sostenidamente para que tengamos más y mejores empleos. Y además, una reforma laboral de fondo y de sentido común que genere una relación más sensata y adaptada entre trabajadores y empleadores. No se puede reemplazar dicha reforma con simples incentivos tributarios.

¿Finanzas públicas? En ningún momento se plantea lo esencial: bajar tanto gasto público inútil e improductivo dentro de un total de más de $ 40.000 millones anuales, más bien siempre buscamos incrementar ingresos o más deuda. A lo primero apunta este proyecto porque se proyecta (la realidad será menor) en neto recaudar unos 800 millones más, a lo cual se agregan otros 800 millones de la amnistía tributaria (las amnistías crean muy malos precedentes). Una buena reforma tributaria consistiría en bajar impuestos para todos (25 % para empresas es excesivo, igual hasta 37 % para personas o el ISD del 2 % en 2024), además simplificar enormemente los procesos y eliminar tanta exoneración específica. La reforma no dice nada respecto a los 2 primeros y más bien genera mayores “huecos” de beneficios en el sistema. Hay que concesionar carreteras (y lanzar algunas como la autopista Quito/Guayaquil) y otros proyectos como eléctricos o petroleros. Además hay que trasladar al sector privado tanta empresa estatal ineficiente, y eliminar el subsidio a los combustibles con focalización (al menos en el transporte público), pero todos estos recursos no deben alimentar la voracidad del Estado, sino a un fondo ciudadano que, por ejemplo, capitalice un sistema de pensiones reformado (si no se lo reforma, sería tirar el dinero a la basura).

Ahora bien, todo lo que aquí se comenta es quizás imposible en un gobierno de apenas 16 meses y en un entorno político aún complejo, pero algunas cosas sí deben ser posibles. ¿Cuáles?... o quizás solo podemos dar pequeñísimos pasos como esta reforma. Una pena ver al país de esa manera. Quizá es el único camino, ojalá que no. (O)