En este caso, la memoria se volvió luz.

Durante un poco más de medio siglo don Vicente Aureliano Tello Tapia (Cuenca, 1932) se dedicó a registrar imágenes de Cuenca y su entorno escribiendo, con luz, una parte fundamental de la historia de esta comarca.

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La de don Vichi es una historia local muy potente: no se trata solamente de la historia de vida de un hombre al servicio del fotoperiodismo, sino de un personaje que a mediados del siglo pasado irrumpió en la escena deportiva haciendo una repentina aparición -parado de manos en ejercicios de pulsación junto al también gimnasta Jaime Zeas- en lo más alto de la torre de la catedral de la Inmaculada Concepción o Catedral Nueva.

Una temeraria aparición que se repitió luego en eventos para recaudar fondos para la comunidad de los salesianos en Cuenca, cuyos talleres de la secundaria quedaron en cenizas tras un dantesco incendio. Aparición que se repitió en una jornada para recaudar fondos para el sanatorio Mariano Estrella, dedicado al cuidado de los pacientes con lepra.

Si visita Cuenca, no deje de acompañar esta muestra en el museo arqueológico más importante de la región.

Este hombre que en plena adolescencia se dejó seducir por la fotografía que, para la época, era pura alquimia en blanco y negro, es reconocido como el precursor del periodismo gráfico en el Azuay y dueño de un patrimonio fotográfico impresionante que recién ha sido sometido a un primer estudio. Como él era mi padre, y yo su sexto hijo, fui invitado frecuente a su laboratorio artesanal: estructura de madera en cuyo interior vi, literalmente, revelarse sobre el papel en blanco los matices de grises que en pocos segundos congelaban para siempre el arranque de una obra pública, las consecuencias de los accidentes aéreos que daban mala fama a la ruta aérea Cuenca-Quito y viceversa, o el bien patrimonial destruido para siempre por el falso concepto de modernismo. Alquimia fotográfica que dejaba ver plasmados los rostros de la miseria, de la maternidad indigente, del alcoholismo, historias que dieron forma a la denuncia social gráfica de las décadas del 60 y 70.

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Todo eso, y más, se cuenta en una obra que hoy verá la luz: el libro biográfico y fotográfico Una cámara en la calle, historia de un humanista, impreso por la editorial Abya Yala, y que puede descargarse gratis –un regalo para los estudiantes de comunicación, periodismo y fotografía– desde el repositorio digital de la Universidad Politécnica Salesiana.

En simultáneo, el Museo Pumapungo del Banco Central del Ecuador monta una exposición que exhibe la selección fotográfica del autor y recrea sus actividades artesanales al servicio del periodismo. Y aunque primero debo disculparme por recurrir a este espacio para hablar de la familia de sangre, exteriorizo el enorme orgullo que me provoca la figura de mi padre –cuyo espacio periodístico en los diarios locales se denominaba “Una cámara en la calle”– y la desbordante esperanza en la tarea de Malena, compiladora de la obra y nieta del personaje.

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Si visita Cuenca, no deje de acompañar esta muestra en el museo arqueológico más importante de la región. Conozca cómo se escribe la historia, con luz y pasión, y sea parte de este homenaje a los que abrieron la senda. (O)