Los sucesos de la semana pasada son probablemente los más graves de la historia. En otras ocasiones las amenazas a la integridad de la sociedad han provenido de fuerzas cuyo interés era, de alguna manera, mantener una determinada forma de convivencia civilizada, lo que querían siempre era reformar las estructuras, no destruir el edificio. Todo intento de golpe o de revolución provenía de estamentos integrados en el cuerpo social, por muy equivocadas que estuvieran sus propuestas. Pero esta vez es la primera en la que quienes intentan controlar la sociedad son directamente los antisociales, los delincuentes. Que yo conozca, nunca antes un país de América ha tenido que enfrentar un peligro de tal naturaleza.

La criminalidad sorprendió a una ‘débil’ institucionalidad en el área de la seguridad

¿Significa esta inédita barbaridad que hemos “tocado fondo”? Eso de “tocar fondo” es una trampa psicológica que nos hace creer que puede llegar un momento en el que estemos tan mal que de allí solo podemos mejorar. Eso no existe, no hay una razón lógica por la cual, tras una cadena de gruesos errores, tenga que seguir un acierto. La única manera certera con la que se terminan esas trágicas cadenas es con la muerte. Los individuos mueren biológicamente y las sociedades se disuelven. Ocurre así con las entidades menores, con los estados e incluso con las naciones. Ocurrió así con Alemania, la caída del Tercer Reich no fue un “tocar fondo” del que se rebotó mágicamente. Fue literalmente una muerte, la escisión en cuatro retazos, la ocupación completa, la destrucción brutal y la muerte de unos 8 millones de personas entre masacres y batallas. La entidad creada a mediados del siglo XIX, el Reich alemán, no se reconstruyó. De sus cenizas surgió una república de muy distintas características. No creo que nadie quiera llegar a un “fondo” como la Segunda Guerra Mundial para de allí salir.

La próxima semana entraría en vigencia la solicitud de antecedentes penales a extranjeros que entren a Ecuador por fronteras de Perú y Colombia

Coincidencialmente se publicó esta semana un texto del intelectual mexicano Enrique Krauze, en el que analiza lo ocurrido en la formación de la llamada República de Weimar, de la que saldría el nazismo, ante la mirada desesperada de Max Weber, el padre de la sociología moderna. En todos los diálogos y encuentros que mantuvo ese sabio se topaba con la incomprensión de los jóvenes, a los que “les resultaba odiosa esa mente científica incapaz de ofrecer una vía sencilla para resolver los problemas”. Krauze se identifica con la situación de Weber y considera que el sociólogo alemán también le está hablando a su México, país que como Ecuador enfrenta una crítica coyuntura, a la que puede resistir mejor gracias a sus enormes dimensiones. Con el mismo espíritu, quienes ahora creen que pueden ofrecer “caminos de salvación o recetas de la felicidad”, que tras unas cuantas reformitas y un poco de “mano dura” pasajera, se solucionarán las causas que nos llevaron a los bestiales sucesos del 9 de enero, se equivocan o mienten descaradamente. No hay vía sencilla y no veo a nadie capaz de imponer las dolorosas y complejas soluciones. Porque tampoco veo a los colectivos ecuatorianos dispuestos a hacer las concesiones necesarias, a la renuncia de supuestos “derechos”, para iniciar siquiera un proceso que nos lleve a soluciones durables. (O)