Al mismo tiempo que se conocían las evidencias de los altísimos niveles a que ha llegado la corrupción, se difundían los resultados de la más reciente encuesta del Barómetro de las Américas de Lapop. Los datos que aporta esta investigación ayudan a entender por qué solo una parte minoritaria de la ciudadanía se estremece con aquellas evidencias, mientras la mayoría permanece impávida. Como lo expresan las personas consultadas en la encuesta, la corrupción es un tema que preocupa mínimamente a los ecuatorianos y lleva a adoptar posiciones contradictorias. En efecto, apenas el 6 % de los encuestados señala a la corrupción como el principal problema del país, lo que sería hasta cierto punto comprensible si se considera la situación de inseguridad (que ocupa el primer lugar con el 46 %). Pero esa explicación se desdibuja cuando se observa que una de cada tres personas (35 %) justifica el pago de coimas –lo que le coloca a Ecuador a la cabeza de los países latinoamericanos– y que el 95 % nunca ha denunciado un acto de corrupción. Es decir, permisividad, por un lado, e indolencia, por el otro.

Se habla ‘corrupcés’

La mayor contradicción se presenta cuando la mayoría de esa población (53 %) justificaría un golpe militar para frenar la corrupción. Por tanto, llama a alguien para que venga a hacer el trabajo que no está dispuesta a hacerlo en su vida diaria. No quiere ver la corrupción que está en su entorno inmediato (el 28 % dice que no es su problema) o la considera como algo molesto pero cotidiano y no la denuncia.

El espíritu de cuerpo, que siempre tiene mal olor, actúa más fuertemente en esos niveles...

Esas posiciones de la ciudadanía se reflejan en los niveles de representación y de gestión pública. Es una lástima que no contemos con un instrumento adecuado para conocer los grados de permisividad e indolencia en esos ámbitos. Sería interesante saber si son los mismos que los observados entre la ciudadanía o si son mayores, como parecen indicar los casos Metástasis y Purga. El espíritu de cuerpo, que siempre tiene mal olor, actúa más fuertemente en esos niveles que en el pueblo llano. Además, ahí son varios los cuerpos que se protegen mutuamente, ya que está el de los políticos (de elección o de nominación), el de los integrantes del sistema judicial, incluyendo a los abogados, el de los organismos de seguridad y el del crimen organizado que los abraza a todos. Cada uno de ellos tiene sus propias razones no solo para mirar hacia otro lado y así no molestar a los demás, sino sobre todo para lograr que se nuble la mirada de la opinión pública y reine la impunidad.

A días de abierto el caso Purga, el expediente del proceso por delincuencia organizada cuenta con 490 cuerpos

Las reacciones de los dirigentes políticos frente a los dos casos impulsados por la Fiscalía reproducen con fidelidad las posiciones recogidas en la encuesta. A pesar de haber convivido durante años con los acusados de delitos, pretenden ponerse a salvo diciendo que ignoraban totalmente aspectos tan visibles como el tren de vida que ellos llevaban o la cercanía que mantenían con delincuentes conocidos públicamente. Poco favor se hacen a sí mismos y a sus partidos al demostrar que estos no tienen filtros éticos para la afiliación y la selección de candidatos. La corrupción no es cosa de ellos y no la combaten ni la denuncian. Siempre se nos dijo que la P que antecede a la sigla de varias organizaciones significaba Partido, pero ahora quieren hacernos creer que significa Pendejos. (O)