El inmenso sufrimiento y devastación causado por la reacción militar de Israel después del atentado terrorista de Hamas contra civiles de ese país, se produce en un contexto complejo que evidencia las limitadas capacidades de las grandes potencias de neutralizar las tendencias globales que conducen a un reordenamiento del sistema internacional.

La guerra en la Franja de Gaza involucra estados nacionales, pero también a muchos actores no estatales. Tiene impactos globales. En el conflicto del Medio Oriente operan varios actores palestinos. El más visible de ellos es la organización político militar que gobierna Gaza, Hamás, cuyo propósito es establecer un estado islamista soberano e independiente con capital en Jerusalem. Hamás nunca reconoció a Israel. Está también la Autoridad Nacional Palestina, que representa formalmente en ONU al pueblo palestino y gobierna -teóricamente- sobre Cisjordania y la Franja de Gaza. Su propósito central es producir el reconocimiento del Estado palestino y de la Autoridad como su gobierno. Alentados por el régimen actual de Israel, por otra parte, están miles de colonos que ocupan y siguen invadiendo violentamente tierras que, bajo acuerdos internacionales, se encuentran en territorios palestinos.

Fuera de Palestina hay varios grupos no estatales protagonistas de la Guerra. En el Líbano opera Hezbolá, el “partido de Dios”, organización islamista chiita que se ha proyectado internacionalmente combatiendo a favor del presidente sirio y apoyando a Hamás, y al sur de la inmensa península arábiga, están los Hutíes, quienes controlan el estrecho del Mar Rojo por donde circula toda la navegación del Canal de Suez, en su mayoría chiitas, y en guerra contra Arabia Saudita y el gobierno apoyado por ella. Todas estas fuerzas confrontan a Israel y sus aliados.

A esta compleja situación hay que agregar los intereses en juego de los Estados Nacionales. Irán apoya logísticamente a Hamás, a Hezbolá y a los Hutíes. Firmó recientemente un acuerdo de reestablecimiento de relaciones con Arabia Saudita, su mayor rival luego de Israel, pero se siente afectado por los tratados de normalización de relaciones entre varios países árabes e Israel que relegaban a segundo plano la cuestión Palestina. El ataque de Hamás volvió a aislar a Tel Aviv dentro del mundo árabe y puso a Irán en el centro de la geopolítica regional porque, a diferencia de lo que ocurrió en el siglo XX, los países árabes no han respondido militar o financieramente a la acción de fuerza israelí.

Irán ha apoyado con tecnología y equipamiento militar a Rusia y Vladimir Putin lo ha nombrado repetidamente como uno de los nodos del mundo multipolar que él imagina. La Guerra en Palestina, especialmente sus consecuencias sobre la población civil, ha erosionado seriamente el apoyo de las sociedades a los Estados Unidos a nivel global. Ese conflicto evidencia que la geopolítica contemporánea va más allá de las conductas de los Estados nacionales. El orden mundial está en transformación y ningún Estado, por el momento, tiene la capacidad de conducir procesos de gobernanza global y orientar su evolución. (O)