Fueron necesarias pocas horas para que se cumplieran las suposiciones atribuidas a mentes desconfiadas. El silencio sobre los acuerdos hechos en nombre de la manoseada y vacía –o, más bien, vaciada– palabreja de la gobernabilidad dejó el espacio libre para la especulación. En escasísimo tiempo, esta se convirtió en realidad. Para comenzar, la bancada de borregos puso los juicios políticos como primerísima prioridad de la agenda legislativa y los integrantes del pacto la acataron sumisamente. En uno de estos juicios, el del expresidente Lasso, tuvieron que aceptar las recomendaciones de juristas que les mandaban a leer la Constitución (hecha a la medida de su proyecto político). El resultado fue un documento sin validez, que avergonzaría a cualquier asamblea de escuela primaria y que, al contrario de lo que buscaban, le convierte en actor político de importancia a quien gobernó sin pena ni gloria. El otro juicio, el de la fiscal Salazar, que es parte de la estrategia que lleva a la impunidad, quedó en un lejano lugar en la cola de juicios que quedaron pendientes por la muerte cruzada.

CAL solicitó informe a la Unidad Técnica Legislativa sobre pedido de juicio político contra la fiscal Diana Salazar

Si en estos dos intentos patinaron los socios del acuerdo inconfesable, no ocurrió lo mismo con la sustitución del embajador de Ecuador ante la ONU. La vendetta por la actuación de Hernán Pérez Loose como abogado de EL UNIVERSO en el caso Chucky Seven la tenían guardada y la concretaron gracias a un gobierno débil y miope. Este, incapaz de entender las consecuencias negativas de cambiar de embajador cuando el país debe asumir la presidencia del Consejo de Seguridad, cedió apaciblemente. A ese cargo va una persona sin experiencia en el campo de las relaciones internacionales. Un papelón internacional y un pésimo primer paso en la política exterior para el país que en varias décadas no tendrá otra oportunidad como esta.

El acto de posesión, con el discurso más corto y vacío de la historia reciente, quedó en segundo plano.

Mientras el pacto arrojaba sus primeras luces y los legisladores no ponían la mínima atención al proyecto de ley de urgencia económica enviado por el presidente, en los patios interiores del gobierno se escenificaba una disputa al más alto nivel. Aunque las controversias y las distancias entre quienes ocupan los dos cargos más altos en el Ejecutivo han sido usuales en nuestro medio, en esta ocasión se batió el récord. Aún no se instalaba en Carondelet, cuando presidente y vicepresidenta marcharon cada uno por su lado. El acto de posesión, con el discurso más corto y vacío de la historia reciente, quedó en segundo plano. La reacción presidencial, contraria a la prudencia que se requiere en estos casos, profundizó la brecha y dejó a una vicepresidenta con todo el tiempo para acumular rencores y planificar próximos pasos, en un destino que no será el de la performance populista del mercado de Iñaquito, sino el de la inactividad total.

La comisión ocasional del caso Villavicencio se reunirá este 6 de diciembre para definir su hoja de ruta

A estos primeros traspiés, derivados de la inexperiencia y de los contenidos no revelados del pacto, se suma el silencio del presidente y sus ministros. Con excepción de un discurso leído por el experto en defensa personal a cargo del Ministerio de Defensa y de entrevistas del secretario de Comunicación (el único que demuestra conocer y ejercer su función), ningún miembro del gabinete ha puesto en práctica la obligación de hacer conocer sus propuestas y posiciones ante los temas y problemas del país. Al parecer el pacto no fue de gobernabilidad, fue de silencio. (O)