Javier Milei, el presidente argentino que asumió sus funciones el diez de diciembre del año anterior, es y hace noticia en todos los lugares a los cuales concurre. Ya lo hacía antes en su país natal cuando participaba formando parte de programas radiales y televisivos que tocaban temas de política y economía.

Hoy, como presidente de la nación del sur, está realizando grandes cambios en la estructura del Estado, que en muchos casos respondía a intereses de partidos políticos, sindicatos y no de la sociedad. Según sus propias expresiones, por primera vez en la historia de la Argentina el costo del ajuste económico lo está pagando en gran medida la clase política, denominada por él como “la casta”. Buscará eliminar el financiamiento público a los partidos políticos. Eliminó doce ministerios, varias instituciones públicas y no renovó miles de contratos, entre otras muchas decisiones que van en ese sentido.

Las actitudes de Milei son radicales y representan el cumplimiento de su programa de gobierno presentado en el proceso electoral. Algunas de ellas muestran aspectos de su personalidad, como el apego que tiene a sus cinco mascotas, unos mastines ingleses a quienes considera sus hijos de cuatro patas, cuyas caras están talladas en el puño de su bastón presidencial. También es noticia su compartimiento espiritual que, reconociendo su condición de católico, tiene una estrecha relación de respeto y proximidad con el judaísmo. Fue novedad su llanto desconsolado en el muro de los lamentos en Jerusalén, en días pasados. La visita que realizó al Vaticano y el abrazo con el papa Francisco fue algo inusitado, luego de los insultos que le dedicó durante la campaña electoral.

En fin, Milei es una persona de extremos. Actúa con convicción y evita artificios tradicionales. Cuando viaja lo hace en vuelos comerciales y, si es por cuestiones personales, esos valores los cancela él y no el Estado. Ha tenido fracasos no definitivos en el Congreso con el decreto de necesidad urgente, DNU, pero la firmeza de su convencimiento trastoca lo que podría ser una derrota política en un discurso que reafirma que quienes no lo apoyan se evidencian como integrantes de la casta, responsable –según Milei– de la grave situación social de su país.

Sus participaciones internacionales sorprenden, como la que tuvo en el foro de Davos, donde advirtió sobre los peligros mundiales del socialismo. A nivel nacional, tiene especial importancia su última intervención con la cual se inauguró el periodo de sesiones ordinarias del Congreso argentino, en la cual volvió por sus fueros haciendo un recuento exhaustivo de las razones y de las personas que considera responsables del fracaso de su país. Ese discurso concluyó con un inteligente y hábil cierre, proponiendo a los gobernadores de las provincias y a toda la clase política adherir a diez puntos del próximo Pacto del Veinticinco de Mayo en Córdoba, considerado por su Gobierno como fundacional de la nueva Argentina.

Muchos lo consideran un verdadero patriota. Su última frase pronunciada en el discurso que diera para los estudiantes de su antiguo colegio, “muerto antes que sucio”, convoca e impresiona. (O)