La proforma presupuestaria es un instrumento importante del Gobierno y en consecuencia de la vida económica del país... y entonces, ¿por qué digo que “me vale”, que no le doy mucha importancia? Porque creo que casi siempre contiene cifras adecuadas a las circunstancias que están muy lejos de la realidad, y porque no nos muestran ninguna visión estratégica. Y eso debe ser un presupuesto: cifras lo más cercanas a la realidad (nunca exactas, por eso se llama “pre supuesto”) y un marco estratégico.

No me refiero en la crítica a este presupuesto, sino en general a (casi) todos los que hemos tenido en el país.

Me hago por ejemplo algunas preguntas respecto a lo planteado en el actual.

¿Recibiremos casi 3 mil millones de dólares de Sacha, telefónicas, antenas del CNT y más? Dudo mucho.

Vamos a pagar 5 mil millones de dólares en deuda, 40 % deuda externa y 60 % interna, pero, ¿conseguiremos 11 mil millones de dólares, en la misma proporción más o menos? O sea, habría un aumento de 6 mil millones de dólares en la deuda... lo cual no solo es nefasto (seguimos con más y más deuda), sino además muy difícil de alcanzar (ojalá no lo alcancemos).

Me pregunto: ¿dónde están 4,5 mil millones de dólares de atrasos del 2023? Y también me pregunto: ¿cuánto habrá de atrasos que pasen al 2025?

Y además, como es lógico porque aún no se publican en el Registro Oficial, no están los nuevos impuestos que se acaban de aprobar, y otras cosas que el Gobierno piensa hacer, como eliminar en algo el subsidio a los combustibles. En definitiva, es poco útil.

Creo es mejor usar proyecciones realistas y simples en vez del presupuesto. Y para mí la lógica es partir de la situación efectiva del 2023 y agregar gastos, ingresos y financiamiento razonables.

Si el déficit 2023 fue más de 5 mil millones de dólares, lo sensato es proyectar 6 mil millones para 2024. A esto en primera instancia hay que agregar el pago de 4.500 millones de dólares en atrasos del 2023 y los 5 mil millones de dólares de pagos de deuda ya mencionados. Sumamos, y eso arroja una necesidad de financiamiento de $ 15.500 millones.

Viene entonces la siguiente pregunta: ¿cómo cubrimos esta enormidad –porque ciertamente es una enormidad–?

Primero, tenemos nuevos préstamos por $ 5.000 millones o, quizás con algo más de empuje y apoyo, podrían llegar a $ 6.500 millones (tomemos esta última cifra).

Luego, digamos $ 2.500 millones de atrasos que dejaríamos para el año 2025.

Nuevos impuestos, incluyendo el IVA a 15 % como ya (casi) se ha anunciado: unos 3 mil millones de dólares.

Faltan: $ 3.500 millones.

Este monto vendría del no cierre del Yasuní ($ 500 millones), una cierta eliminación del subsidio a los combustibles (menos de $ 1.000 millones si solo se aplica a extra y ecopaís como se ha dicho) y reducción de gastos que debería ser de al menos $ 2.000 millones... y esto último preocupa mucho porque la proforma habla de un incremento en gastos de 4.000 millones de dólares, ¿es posible pasar de más 4.000 a menos 2.000 millones? Debería recortarse, eso y más.

En total se necesita esfuerzos en varias direcciones para cerrar el presupuesto. ¿Difícil? Sin duda. ¿Posible? Sí. (O)