“Hay un gran desorden bajo el cielo” era la frase con la que empezaban los discursos oficiales de la República Popular China en los años 70. Medio siglo después, este desorden se vive a través de la creciente tensión entre EE. UU. y China, que impacta a terceros países, como Ucrania, y a la alianza estratégica entre China y Rusia. En este escenario internacional, Ecuador firma el tratado de libre comercio con China, como la continuidad de una relación que se inició hace 43 años y ha transitado del bilateralismo político al económico, marcado por una profunda dependencia financiera y comercial con el país asiático.

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El perfil de China como socio comercial lo podemos entender a partir del 2001, en el que se adhiere a la Organización Mundial del Comercio (OMC) con apenas el 3,6 % de contribución a las exportaciones mundiales; en dos décadas su contribución ha crecido hasta el 15,07 %. Un crecimiento alineado con su programa de modernización e integración industrial denominado Made in China, que evoluciona de ser un modelo manufacturero, de bajo precio y calidad, a ser un modelo con alto valor agregado e innovación tecnológica.

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China tiene la constante presión de adaptar su modelo comercial a la norma internacional; en el sistema de solución de diferencias frente a otros países ha sido demandado por violar obligaciones contenidas en el Acuerdo de la OMC o en su protocolo de adhesión; por ejemplo, ha sido el país al que mayor número de derechos antidumping y compensatorios se le ha aplicado, el que más medidas discriminatorias ha recibido. Ha sido acusado de aplicar medidas que incentivan artificialmente sus exportaciones y que protegen su mercado interno, a través de manipulación cambiaria, subsidios y regulaciones que distorsionan el libre mercado. Sin embargo, China ha demostrado su capacidad de adaptación, aspira a alcanzar un mejor equilibrio entre un mercado eficiente y un gobierno eficaz, y está decidido a comprometerse con un entorno comercial basado en normas e internacionalizado. De momento ha firmado 20 acuerdos de libre comercio (TLC), de los cuales Ecuador es el socio 27, y el cuarto socio de América Latina.

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El TLC entre Ecuador y China confirma el patrón de intercambio que China tiene con América Latina, en el que China actúa como centro exportador de manufacturas e importador de materias primas y recursos naturales. Ahora bien, este patrón se aplica tanto en países con TLC, como Chile, Perú y Costa Rica, como en países sin TLC, como Colombia y México. Un desafío que tiene la región es armonizar la apertura de mercados con la transición hacia una economía de bajas emisiones de carbono: China emite el 30,3 % de CO2 a la atmósfera, mientras que América Latina emite el 3 %. El compromiso internacional de Ecuador es reducir la mitad de emisiones para el 2030 y alcanzar cero emisiones netas para el 2050.

Frente a la tensión geopolítica actual, la inquietud inmediata es cómo afectará este TLC nuestra relación bilateral con EE. UU. en un momento estratégico de relocalización de sus cadenas productivas en nuestro continente... Sin duda “hay un gran desorden bajo el cielo”. (O)