La II Guerra Mundial se luchó con tropas de todos los continentes y produjo setenta millones de muertos, la gran mayoría de ellos civiles, millares de ciudades y pueblos destruidos, pérdidas humanas y materiales inconmensurables en un contexto de crueldades sistemáticas nunca visto. Esa conflagración ha sido el evento más devastador en la historia de la humanidad.

El camino hacia la guerra tal vez comienza con la lucha fratricida en España que enfrenta a la República con un levantamiento militar y sufre, ante la indiferencia de los gobiernos de Occidente, el uso de armas alemanas e italianas desplegadas por los golpistas para combatir a los republicanos, y también para atacar a poblaciones indefensas. Este fue el antecedente fáctico de un tratado de cooperación firmado por Hitler y Mussolini, quienes año y medio más tarde lo convierten en un pacto militar, sellando el destino de Italia y arrastrándola a la inminente Guerra Mundial.

En 1938 Hitler invade Checoslovaquia y también se anexa Austria tras una consulta popular. Meses más tarde Italia invade Albania después de una difícil y ridícula guerra de conquista contra Etiopía, con el delirio de restaurar el antiguo Imperio romano.

Mucho se ha reflexionado sobre la tolerancia británica, y su aliada Francia, a la agresión de las potencias totalitarias. En ese entonces Londres y París contaban con los ejércitos más potentes del mundo, pero no tuvieron la voluntad de contener tempranamente al expansionismo. Justamente el último episodio de expansión alemana antes del conflicto mundial fue la invasión a Polonia tras un pacto suscrito con la Unión Soviética, país que también despliega sus militares invadiendo Polonia y luego Finlandia para reconquistar los territorios independientes que antes pertenecieron a la Rusia Imperial.

La hecatombe probablemente no era inexorable. Las anexiones territoriales por la fuerza, las políticas de rearme, los plebiscitos con consecuencias geopolíticas, pero sobre todo la indiferencia frente a realidades que se consideraban ajenas o lejanas, permitieron el infierno.

Nueve décadas después, la posibilidad de que los últimos días del mundo sean un escenario tangible, llama a mirar el pasado con preocupación por el futuro, porque una nueva guerra mundial, de producirse, se libraría en todos los confines de la tierra, y porque hay demasiadas similitudes en imágenes y discursos con los del siglo pasado alrededor de las percepciones de inseguridad y ambiciones de varios gobiernos a propósito de la guerra contra Ucrania.

Los últimos días de Europa es un libro, una novela documentada, del escritor napolitano Antonio Scudari que describe los años anteriores a la guerra europea y, particularmente, cómo la soberbia, el machismo y las fantasías de poder de Mussolini, envanecido por la adulación de la jerarquía fascista italiana, lo enredan en delirios de grandeza que le conducen al fracaso, a su propia destrucción y muerte, así como a la de millones de otros seres humanos. (O)