Jesús nació en Belén, ciudad palestina en Cisjordania que Israel ocupa y al que la ONU ha demandado que devuelva sin éxito.

El primer ministro del Estado hebreo, en el nuevo mortal conflicto que este sostiene con Palestina, ha invocado la Biblia para decir que es un tiempo de guerra e insinuado que hay que responder a los palestinos como Israel respondió a Amalek, destruyéndolos. Pero el Nuevo Testamento sustituyó esa visión de muerte por el mandamiento “Amaos los unos a los otros”.

Un ministro del Gobierno israelí declaró que lanzar la bomba atómica en Gaza era una posibilidad y que debe haber asentamientos judíos ahí. Otro ministro fue sentenciado judicialmente por incitación al racismo contra los árabes y apoyo a una organización terrorista.

Hasta ahora, los muertos por los bombardeos israelíes en la pequeña franja donde viven unos 2′300.000 de personas superan los 17.100, entre ellos más de 8.000 niños y más de 5.000 mujeres; más de 7.600 desaparecidos; más de 46.000 heridos. Las tres cuartas partes de la población han sido expulsadas de sus hogares, yendo al sur, donde les dijeron los atacantes que estarían seguros, pero donde también los bombardean. El 68 % de las estructuras dañadas, más de 85.000 edificios destruidos, escuelas, mezquitas, hospitales, la mayoría inutilizados, sin medicinas ni anestesia para las operaciones, sin agua. Por trece días no se permitió la ayuda humanitaria que dejan entrar lentamente y por cinco semanas la muy escasa de combustibles, producto de lo cual poco funcionan las plantas de agua y las incubadoras para niños recién nacidos. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU sostiene que Gaza solo está recibiendo el 10 % del suministro diario de alimentos.

Las mayores víctimas: “Las imágenes de niños rescatados entre los escombros, heridos y angustiados, temblando en los hospitales a la espera de tratamiento, retratan el inmenso horror que están soportando”, declaró Unicef. En Gaza, en la piel de los niños sus progenitores les escriben sus nombres si mueren o desaparecen.

La organización Save the Children denunció que cada año entre 500 y 1.000 niños palestinos son recluidos en cárceles militares israelíes, a muchos por tirar piedras, que castigan hasta con 20 años de prisión. Son golpeados, amenazados, registrados al desnudo para interrogarlos. También detienen indefinidamente a adolescentes que se niegan a hacer el servicio militar por objeción de conciencia.

El 7 de octubre, grupos armados palestinos entraron a Israel, matando a unas 1.200 personas y secuestrando a otras 242. Repudiables actos que no se justifican, ni aún a cuenta de la opresión infligida desde hace 75 años cuando se creó el Estado de Israel, despojando a los palestinos de tierras donde habitaron desde hace siglos, habiendo ampliado los recién llegados su territorio mediante actos terroristas y guerras. Pero, como dice el papa, al terrorismo no se responde con terrorismo.

La Raquel que nos cuenta el evangelista Mateo sigue llorando a sus hijos, no por los judíos, sino por los sionistas. (O)