Y, además, andando el tiempo, te darás cuenta de que amas tu tiempo, tu época, ese rígido espacio temporal en el que te tocó vivir, con más fuerza y más consecuencia de la que sientes por el espacio geográfico en el que habitas, esa vaga pasión que llaman patriotismo. Con expresiones como “ahora creemos”, “ahora se usa”, “es lo moderno” y similares validamos cualquier idea o conducta, inspirados por el mismo espíritu que nos lleva a decir “es joven” como suprema recomendación de una persona. Sí, amamos nuestros años, pero sobre todo ese lapso milagroso y soleado de la juventud, que es por antonomasia “nuestro tiempo”, por más que hoy y lo que reste también será nuestro y también será tiempo. Cuando ya somos nada más que un vitral despedazado, convertido en centenares de fragmentos cortopunzantes, coloridos y brillantes que nos esforzamos por armar de nuevo. Así nos lastimamos las palmas y los dedos intentando recobrar el sentido que tenían los símbolos e imágenes y recordar lo que tenían que decirnos. Avanzábamos con ese urticante rompecabezas, cuando vienen a contarnos que se murió Ryan O’Neal.

Las cuatro películas más recordadas de Ryan O’Neal, el gran amor de Farrah Fawcett que tuvo una vida personal llena de sombras

¿El de Love Story? Sí, la semana pasada. Lo odiaba. Bueno, toda época tiene sus banalidades y de cualquier manera la película es menos cursi que Las venas abiertas de América Latina y otros brebajes que también nos zampábamos en “nuestro tiempo”. Su secuela fue la pandemia de la serie “Amor es...” que hasta se publicaba en los periódicos y se reproducía en bambalinas para colegialas locas. No era tan grave, no le dieron el Óscar, aunque estuvo nominado dos veces. Y tampoco por Luna de papel, que me gustó más. A ti como a cualquier filático, pero Stanley Kubrick lo eligió para protagonizar Barry Lyndon, eso es más que el muñequito dorado. ¿Ese fracaso de taquilla que le valió un premio por el peor actor del año? No se entendió en nuestro tiempo, el propio O’Neal dijo que la película en la que actuó durante un año no era la misma que sacó Kubrick después de encerrarse durante otro año a editarla. ¡No ves! Lo que veo es una obra maestra en el montaje, una verdadera cátedra de edición, con una impecable dirección de actores, claro que los escogió muy bien: Marisa Berenson, Patrick Magee, Leonard Rossiter... caracteres para paladares educados. Lo que es rescatable es la fotografía, gracias a los lentes que le prestó la NASA... ¡Eso mismo! Un recurso bien aprovechado, esas escenas a la mera luz de las velas, el celuloide forzado, artesanía cinematográfica del máximo nivel. Y Schubert en el fondo.

Ryan O'Neal y su vida de problemas

En 1976, cuarenta y siete años atrás veríamos en Quito esta película que narra la historia de un fracasado; pero la historia de la película no es un fracaso. Se la considera cada vez más como una obra maestra de primera magnitud. Quiero verla de nuevo, porque “nuestro tiempo” sigue y debe reconsiderarse. Triunfo perdurable, símil poderoso de una época excepcional, con protagonistas como Kubrick, la NASA y también Rayn O’Neal mitologizado como el protagonista de Love Story, pero al que veo más como Barry Lyndon, herido en la pierna, que se aleja renqueando y derrotado. (O)