El conflicto en la Franja de Gaza tiene repercusiones globales. En todo el mundo, además del horror que ha causado el sufrimiento de población civil palestina, como consecuencia de la respuesta militar israelí a la deplorable masacre cometida por el ataque de Hamás, se han levantado debates en el ámbito de lo político, pero también en los campos de las identidades, la cultura y los prejuicios vinculados al racismo.

Las discusiones en los Estados Unidos han sido particularmente intensas y el costo político del apoyo gubernamental a la ofensiva de Tel Aviv, muy probablemente será la propia presidencia de la república. Las generaciones de personas jóvenes y los votantes afrodescendientes por ejemplo, que fueron cruciales para la elección de Biden, se sienten frustrados y no respaldarán su campaña aun a sabiendas de que la otra opción no es mejor en términos de sus expectativas.

Una de las bajas más significativa de estas batallas culturales ha sido la de Claudine Gay, presidenta de Harvard, quien fue forzada por la presión política nacional a dejar su cargo. Los acontecimientos se precipitaron porque una carta suscrita por 30 organizaciones estudiantiles, al día siguiente de la acción de Hamás, fue emitida acusando de colonialismo al gobierno de Israel y atacando a la propia universidad por su política de inversiones. Inmediatamente la comunicación fue motejada de “antisemita”y la presidenta tuvo que emitir varias declaraciones escritas desligando a la institución del comunicado.

En menos de tres semanas un diario conservador de Nueva York publicó denuncias anónimas sobre plagio en la tesis de la doctora Gay. Los investigadores independientes que la universidad nombró concluyeron que la falta consistía en haber citado inadecuadamente en varios momentos de la disertación, pero no hallaron evidencia de faltas de conducta en su investigación (research missconduct). Un debate adicional se desprendió y es que, para este caso, aparentemente la definición mediática de plagio fue el producto del escenario político y no de la lectura técnica convencional, lo que vuelve vulnerable al conjunto de la investigación científica a los intereses y presiones de los actores partidarios.

La presidenta de Harvard, que había estado seis meses en su cargo, de repente fue expuesta al escarnio público. No solo esas acusaciones, sino otras que tenían que ver con ausencia de antecedentes suficientes para regir la universidad se vertieron. Claudine Gay, doctora en Ciencias Políticas con premio a la mejor tesis por Harvard, previamente estudiada en Stanford con premio a la mejor tesis de pregrado en economía, hija de inmigrantes haitianos, tuvo que renunciar a sus funciones a principios de este año.

Ninguna sociedad está a salvo del uso político de argumentos para atacar o descalificar personas, pero cuando ellos construyen realidades alternativas, sobre la base de prejuicios raciales o ideológicos, que pretenden perfilar la reflexión académica y la investigación científica, erosionan uno de los elementos más importantes de la cohesión social. En Estados Unidos la consecuencia será probablemente la vuelta de un personaje imprevisible. (O)