El dolor grande del trabajador que John Lennon describe en la canción que compuso es el que sentían los trabajadores de EE. UU. de América en el siglo XIX, donde no se cumplía una ley que en 1868 impuso la jornada máxima de trabajo de 8 horas al día. Al efecto, el 1 de mayo de 1886 los operarios de Chicago declararon la huelga.

En 1891 el papa, ante el crecimiento de las ideas revolucionarias, dicta la encíclica Rerum novarum, que favorece la creación de sindicatos: “El tiempo fue entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios”. El pontífice llamó a estos a no considerar al obrero como un esclavo, a respetar su dignidad. “Cada trabajador debe recibir un salario que le permita subsistir y tener una vida razonablemente cómoda”.

Casi siglo y medio después de la masacre de Chicago, a pesar de las múltiples e importantes conquistas de los trabajadores, en Ecuador existe todo un campo por recorrer y aún más, dados los vientos anacrónicos que soplan, defender lo que tienen, como ha sucedido desde que se expidió el Código del Trabajo, y deben recuperar lo quitado.

Se simula la relación laboral; se hace firmar a los trabajadores repetidos contratos –lo que sucede también en el ámbito público–, de los que no se les da copia; no se los afilia al IESS o se lo hace con valores inferiores a las remuneraciones percibidas; las mujeres embarazadas son un estorbo. En la Ley de Apoyo Humanitario por la Pandemia del COVID-19 se instauró el contrato especial emergente para casos excepcionales, instaurando un plazo definido, sin mandar que sea calificada la excepción por el Ministerio del Trabajo, lo que profusamente ha sido usado por los empleadores, dejando de lado el plazo indefinido que el código preceptúa y atentando contra la estabilidad que beneficia a ambas partes. De tal modo pudo haberse contratado para llenar las plazas de los 427.009 desempleados entre el 15 de marzo y el 1 de octubre de 2020, entre los cuales constan alrededor de 25.780 por fuerza mayor, que, desde el fallo de la Corte Constitucional, ya no tienen el amparo de que judicialmente se revisen las liquidaciones exiguas que recibieron.

Algún día habrá una sociedad en la que todos sean trabajadores, sin que haya unos que mandan y otros obedezcan.

El Ejecutivo, defendiendo los intereses del sector que representa, pretendió crear un código laboral paralelo, que menoscaba gravemente los derechos de los trabajadores que la ley contempla. El proyecto presidencial utilizó como pretexto el abundante inadecuado empleo, mas cabe recordar lo que dice la Rerum novarum: “Si el trabajador acepta malas condiciones laborales debido a la necesidad o el temor, es víctima de una injusticia”.

Los trabajadores, por su parte, deben actuar con probidad y eficiencia, derrotar el individualismo, sumarse a las luchas políticas para cambiar realmente su situación, escoger dirigentes honestos.

Algún día habrá una sociedad en la que todos sean trabajadores, sin que haya unos que mandan y otros obedezcan. Una sociedad con una distribución humana de los recursos, como proclama el papa Francisco, heredero del de Asís. “Un héroe de la clase trabajadora es algo digno de ser”: Lennon. (O)