Desgraciadamente las guerras marcan una parte de la historia humana y muchas veces constituyen la historia: los mapas políticos son (casi) el producto de disputas ya superadas. Nos hemos “civilizado” con avances tecnológicos increíbles, pero los impulsos violentos siguen latentes, desde interacciones humanas diarias que son el tema más complejo de cualquier colectividad hasta guerras internacionales. Ejemplo, la penosa lista del siglo XX: dos guerras mundiales, guerra sino/rusa y sino/japonesa, Irak/Irán, Vietnam, Corea, Israel versus sus vecinos, un sinnúmero de guerras de independencia o civiles (Balcanes, España, Rusia, en toda África, etc.) y más. Este siglo ha arrancado mejor, “solo” tenemos la guerra de Irak, Afganistán, el permanente conflicto en Medio Oriente, muchos enfrentamientos en África y...

...la invasión rusa a Ucrania, cuyo origen esencial es la ambición de Vladimir Putin de reconstruir el poderío imperial de Rusia que luego de la caída del Muro de Berlín se resquebrajó, dejándola como un actor mediano, ante lo cual se tornó esencial la oposición (convertida en guerra) contra Occidente. Y la oportunidad estaba servida: China reconstruía la Guerra Fría queriendo convertirse (sobre Occidente) en la nueva potencia dominante e Irán quería repotenciar su pasado y el islamismo frente a otros países musulmanes más “occidentalizados”, pero sobre todo frente a Occidente no solo ateo, sino que además busca mil maneras de autodestruir su huella civilizatoria.

Pero cuidado, una extensión del conflicto puede ser terrible para el mundo...

Y ahora un episodio tristemente feroz de la guerra en Medio Oriente, “inhumano e inaceptable”, frente al cual todos pueden expresar sus inclinaciones, condenas, visión histórica, dolor ante la tragedia humana y la pobreza, pero debe ser después de reconocer que el ataque de Hamás fue “inhumano e inaceptable” porque fue dirigido a la población civil.

Hay mil explicaciones de lo que sucede en Medio Oriente, unas arrancando con la creación de Israel, otras abarcando milenios, pero ciertamente la única salida es la de “dos países”, para lo cual el primer paso debe ser que los grupos terroristas palestinos acepten la existencia de Israel (y este agregue lo suyo, sin duda). No hay salida mientras su fundamento sea la negación. Una cosa es pelear por la independencia y desarrollo de su territorio (como tantos lo han hecho en la historia), otra desconocer el derecho a la existencia del vecino. Sin duda Hamás teme quedarse aislado, ya que muchos países árabes/musulmanes van normalizando relaciones con Israel (Arabia Saudita el siguiente) y busca su apoyo provocando una reacción terrible del Estado judío. Pero ahí, algo sorprende: ¿acaso todos los países árabes unidos no pueden obligar a Hamás a cambiar de visión? ¿No pueden o no quieren (el caso de Irán es obvio)... porque quizás les conviene que alguien conserve la bandera de lucha anti-Israel? Pero cuidado, una extensión del conflicto puede ser terrible para el mundo, al obligar a intervenir a los que no quieren hacerlo y a otros que pocas ganas les falta.

Y en el paisaje está también latente la eventual invasión de China a Taiwán como demostración de su fortaleza y de que una gran potencia no puede aceptar la independencia del hijo pródigo... Hay hilos que es mejor no tensar. (O)