El sábado 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista de origen palestino Hamás anunció el lanzamiento de cinco mil cohetes contra objetivos israelitas. Brigadas de terroristas de Hamás incursionaron en el sur de Israel para torturar y asesinar a más de mil personas, de distintas nacionalidades y de todas las edades, además de secuestrar alrededor de cien personas. No había objetivos militares sino civiles. Esto, como era de esperar, ha producido la reacción del gobierno israelí persiguiendo a los terroristas de Hamás en la Franja de Gaza y provocando la muerte de cientos de personas en una escalada también terrorífica. Pero lo acabo de repetir tres veces y una cuarta para que no se olvide: Hamás es un grupo terrorista, y quien lo niega o lo silencie es cómplice. Las noticias siguen dando reportes sobre este conflicto y las reacciones del mundo a favor de cada postura, en la que destaca la defensa de la situación palestina con una actitud antisemita detrás del antisionismo de la izquierda global. Lo ha señalado lúcidamente Roberto Aguilar: “El antisemitismo de la izquierda es el síntoma de su autoritarismo y su profunda vocación antidemocrática”.

El viernes 13 de octubre, muy lejos de Medio Oriente, en la costa este de Norteamérica, murió la poeta Louise Glück, premio Nobel del 2020. Falleció de un cáncer que le diagnosticaron poco antes. En medio del bombardeo de noticias del conflicto palestino-israelí volví a uno de sus poemarios, El iris salvaje, en traducción de Eduardo Chirinos, y encontré allí, en esa aparente lejanía y levedad de sus poemas, imágenes que respondían a la exasperante prisa por posicionarse frente a esta barbarie criminal de Medio Oriente. Uno de sus poemas se titula “Cielo y tierra”. Como ocurre con la poesía de Glück, a la que se le atribuye una “silenciosa extrañeza”, el poema simplemente habla de la contemplación de un horizonte en pleno verano. Se menciona a John, en referencia a su marido John Dranow, que sostiene un rastrillo con el que poda un jardín. Ella cree leer el pensamiento de él al contemplar la franja azul del cielo y la otra franja, de la tierra, desbordada de verde, oro y rosa profundo. Supone que John “quiere las dos (franjas) al mismo tiempo; quiere todo al mismo tiempo”. Y entonces añade los versos que me electrizan cada vez que los vuelvo a leer: “Los extremos son fáciles. Sólo el medio es un enigma”.

Mientras sigo en las noticias con cierta desesperación las escaladas de violencia en la Franja de Gaza e Israel, y los testimonios apresurados por posicionarse en un lado u otro, argumentando los muertos presentes y los pasados, no puedo borrar de mi mente el poema de Glück. Quizá para eso también ilumina la literatura y de manera especial la poesía: para resistir el atropello verbal del odio y la sinrazón. Glück nació en una familia judía y forma parte de esa enorme tradición de pensadores y artistas judíos que han iluminado nuestro tiempo. La lista es gigantesca y cada nombre representa un universo particular, desde los más conocidos Marx, Freud, Kafka, Wittgenstein, hasta figuras emblemáticas como Ingeborg Bachmann, Paul Celan, Joseph Roth, Elias Canetti, Aby Warburg, Erich Auerbach, Leo Spitzer, Edmond Jabés y muchos más.

El miércoles 4 de octubre, en la Universidad de Buenos Aires, se le concedió el doctorado honoris causa al historiador y ensayista Carlo Ginzburg. En su discurso de recepción, titulado “Leer entre líneas”, señaló que provenía de familias judías secularizadas y que su manera de leer e investigar estaba nutrida de la tradición de las lecturas de la Biblia y el Talmud, lecturas hechas lentamente, fijándose en los intersticios. Y pensé de nuevo en el verso: “Sólo el medio es un enigma”. Leer entre líneas es apostar por el enigma que se esconde en el medio y que hay que descubrir por encima de lo evidente.

Pero también quiero pensar en una tradición árabe heterodoxa, como heterodoxos fueron los judíos anteriormente mencionados, donde sobresale el gran poeta Adonis, seudónimo de Ali Ahmad Said Esber, de quien nunca olvido que señala en sus reflexiones sobre poesía –tiene varios libros de ensayos paralelos a su creación poética– que para ser creativos y libres en la tradición árabe hay que retroceder a la poesía precoránica. Es decir, antes del Corán. Lo que es decir, antes de la imposición de la lectura única que lleva al extremo que trae la muerte.

Creo que merecemos la posibilidad de tener ambas franjas de las que habla Glück. Mientras el mundo corre a posicionarse en blanco y negro, hay que salvar el enigma del medio que no quiere guerra ni atrocidades. No significa relativismo. Lo que hizo Hamás el sábado 7 de octubre de 2023 fue irracional, absurdo, perverso y un crimen de lesa humanidad. No es tolerable que se produzcan posturas antisemitas y que de nuevo el judío viva en el terror, pero tampoco los pocos palestinos antibelicistas deben sufrir el despotismo de Hamás que lleva a Israel a medidas de fuerza desesperadas y sin control.

Otro poema de Glück dice: “Cómo puedo ayudaros si cada uno / quiere algo distinto: sol y sombra; / húmeda oscuridad, ardor seco. / Escuchaos a vosotros mismos rivalizar / unos con otros. / Y os preguntáis / por qué desespero (…) una maraña de mil voces / cada una reclamando / una necesidad, un absoluto, / y en su nombre os estranguláis / unos a otros / en el campo abierto. / ¿Por qué? ¿Por aire y espacio? / ¿Por el privilegio de ser únicos a los ojos del cielo?”.

Quizá solo bastaría citar a la poeta para respirar un poco, para recurrir a la menoscaba equidistancia, impopular para los apresurados que tienen la verdad, y necesaria para pensar mientras otros corren a empuñar las armas. La poeta norteamericana terminó diciendo en otro verso algo de la luz de la duda ante tanto deslumbramiento afirmativo e intolerante: “Vivo esencialmente entre tinieblas”. (O)