La economía, desde su nombre, tiene que ver con la vida diaria y, por ende, con el sentido común... Aunque, a veces la relación no es tan básica, porque hay ciertos fenómenos que son esencialmente macroeconómicos y no tienen un espejo en la vida diaria (microeconomía). Ejemplo: la inflación (aumento continuo de todos los precios) es un tema de la vida colectiva y muy diferente de lo que podemos percibir en las decisiones diarias (solo el movimiento de algunos precios).

Pero el sentido común funciona en muchos casos. Ejemplo: la importancia de la productividad, “generar más valor usando mejor los recursos”, como motor de la generación de riqueza. En la vida diaria lo sabemos: los recursos que las familias o empresas malgastan las empobrecen. Lo mismo sucede a nivel agregado: cuando un Gobierno malgasta, empobrece a la sociedad; por eso, hay que eliminar esos gastos. Sin embargo, muchos plantean lo contrario: cuando un Gobierno elimina gastos (incluso improductivos), produce un efecto macroeconómico negativo porque, por ejemplo, despide gente que al perder sus ingresos deja de empujar la cadena de gasto (compran menos y, por ende, afectan a otros y así sucesivamente). ¿Dónde está el error en ese razonamiento? Que al eliminar esos gastos improductivos se dan dos situaciones posibles. Una es que esos gastos son reemplazados dentro del propio gobierno por otros gastos que sí son más productivos (útiles), y es obvio que la sociedad mejora. Dos, si los gastos improductivos eliminados no son reemplazados, eso implica para el conjunto de ciudadanos pagar menos impuestos o endeudarse menos (equivalente a menos pagos futuros de impuestos), y con esos recursos liberados los ciudadanos hacen gastos que sin ninguna duda son más productivos que los que fueron eliminados en el gobierno. En ambos casos (mejor el segundo), eliminar gastos improductivos ha sido positivo.

(...) impulsar: eliminar gastos improductivos del Gobierno y apoyar más apertura con el mundo.

Otro ejemplo. En la vida diaria es obvio que el objetivo de cualquier familia o empresa es “exportar más para importar más”, es decir, aumentar sus ingresos para con eso poder comprar más (sean bienes de consumo o de inversión). Sin embargo, a nivel macroeconómico muchas veces se pretende lo contrario: un país debe exportar más (que los demás nos compren más, sin trabas) pero importar menos (ponerles trabas para comprarles menos). Y la razón esgrimida es que las importaciones quitan empleos y compiten con nuestra producción. Error: al potenciar el comercio en ambos sentidos se gana doblemente, por un lado, porque más exportaciones implican mayor empleo e ingresos, y con eso se adquieren más importaciones que implican disponer de bienes y servicios que los otros producen mejor. Pensar de otra manera querría decir que, al salir de compras, usted pensaría: “Qué frustración, estos quesos y zapatos que acabo de comprar me están quitando ingresos y potencialidad de trabajo; me voy también a dedicar a ser ganadero y zapatero”. Lo más probable es que haga pésimos quesos y zapatos, y además afecte su nivel de vida al dedicarle menos tiempo a su profesión en la cual tiene una ventaja.

Ahí tenemos dos temas por impulsar: eliminar gastos improductivos del Gobierno y apoyar más apertura con el mundo. (O)