Quizá lo más difícil en este periodo de mi vida –incluido, por supuesto, el 2023– ha sido recordar lo que aprendí cuando fui a la ciudad de Nueva York a estudiar una maestría en escritura, es decir, a escribir. Hoy, al finalizar este año, que para mi país y el mundo ha sido brutal en demasiados sentidos, trato de evocar aquellas enseñanzas...

El año que se va

1.- De todos los sentimientos humanos, la compasión es el que más profundamente nos permite un alto sentido de conciencia de lo que somos. La compasión nos permite ceder y evitar escalamientos. Ser generosos con el mundo. Las reconciliaciones que suceden a tiempo. Y de todas las compasiones posibles, la más difícil y necesaria es la que debemos ser capaces de sentir por nosotros mismos, con quienes más duros solemos ser.

2.- Somos cuerpos frágiles cuyo carácter se ha ido endureciendo, a veces opacando, en nuestra lucha por sobrevivir. La certeza de la fragilidad permite un alto grado de conciencia política sobre la realidad. Cuando los frágiles se unen en luchas colectivas pueden transformar a una sociedad en algo mejor, pero corren el peligro de olvidar que también somos luchas individuales.

3.- Somos cortos. Así hemos tratado de sobrevivir a un mundo en el que somos solo hojas en el viento. Creemos que somos más, que nuestros nombres, que nuestro prestigio, que nuestras obras nos ofrecen un cierto estatus sólido. Pero no es así, pues el tiempo es líquido. Nuestro destino inevitable es el olvido y es el más agradable de los destinos posibles.

Las ciudades están llenas de libros. Pero sobre todo están llenas de historias. Cada persona vive su propia épica...

3.- Para recorrer una ciudad colosal, todo es más fácil si uno se despierta temprano y aprovecha las horas de luz en el invierno. Pero también hay que aprender a lidiar con la oscuridad de las grandes ciudades, pues la vida está llena de luces y sombras, todas valiosas en el aprendizaje. La conquista de toda ciudad inabarcable es la posibilidad de encontrarse a sí mismo.

4.- La escritura no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Poco importa el resto, cuando el principal adversario está frente al espejo. En la escritura, solo cabe superarse a sí mismo. Aunque también puede haber una disolución de la persona que, gracias al lenguaje y sus signos, se vuelve parte del todo, se pierde en la memoria infinita de la tradición o su desplome, en el silencio de lo que fue creado y se perdió irrecuperablemente. La escritura es un viento, a veces pavoroso, generalmente refrescante. La escritura es una máquina tanto de la memoria como del olvido.

5.- No hay nada malo en tener un sueño. El amor probablemente consiste en ofrecernos como instrumento para que la persona amada pueda cumplir sus sueños. Dejar de ser para ser más.

Nochevieja

6.- Las ciudades están llenas de libros. Pero sobre todo están llenas de historias. Cada persona vive su propia épica, en el trabajo, en el hogar, en la conciencia. A veces encontramos libros que nos salvan la vida. A veces esa salvación tiene otras formas.

7.- Todo se acaba. Las grandes ciudades también se acaban, a veces en la última estación de su metro. Y así, uno comprende que un día lo perderá todo. Incluso lo más querido. Pero siempre se puede recordar lo que decía Kafka: el amor volverá siempre de otra manera. (O)