La producción intelectual nacional sobre los rasgos que nos caracterizan como pueblo, así como los aportes provenientes de diferentes manifestaciones cotidianas, permitirían, una vez más, intentar una semblanza de lo que somos los ecuatorianos. En esta ocasión, esos elementos, unidos al criterio personal, los utilizo para tratar de comprender la importancia del vínculo del comportamiento ciudadano con una cultura local marcada por la inseguridad social, la incertidumbre por el futuro, el deterioro moral y también por la tentativa –siempre presente, ¡enhorabuena!– de mejorar como sociedad para salir de la descomposición de la que formamos parte.

La era de la desesperanza

La literatura ecuatoriana, tan importante y rica, nos brinda una perspectiva de las diferentes maneras de ser de la variopinta población de nuestro país. Menciono solamente una muestra de nombres de escritores nacionales que analizan nuestras características culturales: Jorge Icaza, César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade, Demetrio Aguilera Malta, Pablo Palacio, Luis Monsalve Pozo, Eliécer Cárdenas, entre otros. También evoco la obra de Leopoldo Benites Vinueza, Jorge Enrique Adoum y Osvaldo Hurtado, que describen peculiaridades de la forma de ser que nos representa como pueblo. Por fin, siempre a modo de conexión con algunos de los criterios emitidos sobre nuestra idiosincrasia, recuerdo las lacerantes opiniones emitidas por Bolívar en su carta a Santander, del 7 de enero de 1824.

Influenciado por esos referentes e impresionado por la cada vez más clara consciencia de mi propia realidad y de la contemporaneidad ecuatoriana, reflexiono sobre la pertinencia de algunos aspectos culturales descritos por una parte de la intelectualidad ecuatoriana: racismo, aprovechamiento, hipocresía, cinismo, envidia, falta de compromiso social, prepotencia, alevosía, con la intención de comprender su influencia y relación con la lamentable realidad actual del Ecuador, marcada por la pobreza, corrupción, inseguridad, ausencia de oportunidades de trabajo, desafiante mediocridad, dolor y sufrimiento.

Democracia en crisis

El esfuerzo en la búsqueda de la trascendencia cívica podría, entonces, ser el objetivo mayor para muchos...

Considero que los rasgos que forman parte del lado negativo de nuestra sociedad y que se encuentran campantes en muchos de los espacios públicos y privados, son los que nos tienen sumidos en la desazón y en la desesperanza.

Los comportamientos altruistas, solidarios, colaborativos, nobles, respetuosos, comprometidos con el otro, con la veracidad, con la acción ciudadana que respeta al derecho y a las normas sociales concebidas para la adecuada convivencia, que sin duda existen entre nosotros y han sido base de lo mejor que hemos construido como sociedad, deben potenciarse para que dejen de tener un rol secundario frente a los otros que representan la quintaesencia del subdesarrollo, la inseguridad y la decadencia.

El esfuerzo en la búsqueda de la trascendencia cívica podría, entonces, ser el objetivo mayor para muchos y también para quienes tienen más conocimientos y posibilidades, que por esas mismas razones estarían conminados a construirse a sí mismos como patriotas al servicio de las mejoras de las condiciones de vida de nuestra sociedad. (O)