Hace cincuenta años el mundo vivía uno de sus períodos más conflictivos. En el marco de la Guerra Fría, a lo largo de todos los continentes se construyeron escenarios de violencia. Semanas después de la posesión de Richard Nixon, los EE. UU. suscribieron una serie de acuerdos retirando sus tropas de Vietnam, después de haber combatido, con un arsenal infinitamente superior al de sus enemigos, durante casi diez años. La oposición a la guerra, especialmente casa adentro, hizo posible la decisión en el contexto del fracaso militar de la intervención.

Otro evento global fue la resolución de los principales países petroleros, agrupados en la OPEP, de elevar los precios del hidrocarburo en un 200 %. Esta circunstancia provocó un terremoto financiero, inflación y recesión mundiales ilustradas con la quiebra de cientos de empresas industriales y miles de desempleados, que afectaron también a las economías periféricas dependientes de exportaciones a los mercados del norte industrializado. La política de la OPEP expresaba, en ese entonces, la insatisfacción de los países más pobres, el llamado Tercer Mundo (devenido en “Sur Global”), con un orden internacional jerárquico, que los integraba en distintos bloques, mediante relaciones de dependencia económica.

Feroz dictadura

En Europa la violencia armada asolaba las sociedades de Irlanda del Norte, Italia y España. Una dictadura militar en Grecia se sostenía en conflicto con la población. En ese mismo año Egipto y Siria se enfrentaron a Israel en una guerra. El mundo vivía días de turbulencia en todos los continentes.

En América Latina, Argentina experimentó una espiral de conflicto incontrolable entre organizaciones políticas armadas, antes y después del regreso del general Perón, caudillo exiliado en España que terminaría sus días ejerciendo la Presidencia. Los militares uruguayos entronizaron como dictador a un civil, Brasil vivía bajo un régimen de facto; pero probablemente el evento más significativo de la época fue el cruento derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, elegido democráticamente y depuesto por un golpe militar que inició una larga dictadura. Más de tres mil personas, muertos y desaparecidos, dejaron de existir durante el régimen y cerca de 40.000 violaciones a los derechos humanos se han registrado, entre asesinatos, detenciones ilegales, palizas, torturas y persecuciones.

La importancia de un Estado con tres poderes separados

El golpe en Chile cambió la política en toda América Latina. Un aluvión de autoritarismos, construidos como proyecto político, se precipitó por todo el continente. Solamente países como Colombia, Costa Rica, México o Venezuela mantuvieron gobiernos civiles. La particularidad de los regímenes militares, sobre todo en el Cono Sur y en Brasil, fue la crueldad y la ferocidad con que el despliegue de instrumentos gubernamentales se cebó contra los opositores. Decenas de miles de personas fueron víctimas de la violencia estatal. Al conmemorar cincuenta años de ese pasado, hacer memoria de lo ocurrido ayuda a tomar conciencia de la fragilidad de las democracias contemporáneas y de la necesidad de proteger los sistemas que garantizan, al menos en teoría, formas de representación, participación y rendición de cuentas que no existen en dictaduras. (O)