La exportación más dinámica del Ecuador, aunque no queramos reconocerlo, es la mano de obra ilegal. Las remesas enviadas pelean en buen margen la economía, mantienen en cierta proporcionalidad la dolarización y hasta influyen a la baja de la calificación del riesgo país.

Cuando asesores de créditos o entidades financieras, toman como oportunidad la ocasión de incentivar el ahorro personal o familiar, es precisamente cuando los empleados y trabajadores se aprestan a cobrar los décimos sueldos y en el mes de abril las utilidades. Estos dineros que bien pueden ser considerados como sobresueldos. Les permiten a los beneficiarios salir un poco de la presión de las deudas y darse o darles un poco de respiro económico y alegría a sus familias, adquiriendo no lujos, pero sí artículos que les son apremiantes para sus necesidades, estos gastos no se los debe tomar como superfluos. Tienen justificación los gastos para el bienestar humano. Pero para los que sugieren ahorrar, estos los consideran “gastos inútiles”. La lógica deduce que el calificativo está predispuesto a la conveniencia externa de quien promueve, directa o indirectamente, un objetivo, en este caso el pequeño ahorro, pasando por alto el axioma económico real y recurrente en los países de bajo índice per cápita como el nuestro. Que los ingresos mensuales de quienes tienen la suerte de tener un trabajo estable les alcanza para medio comer, pero se desbalancean ante los egresos por la alta inflación, aunque se diga lo contrario, y ocasionan una economía familiar endeudada.

Lo acertado es imperativamente decir: “si te sobra dinero, ahorra”, teniendo presente que el dinero y el trabajo son los puntos de partida para el desarrollo personal, familiar y de todas las demás actividades. El pequeño ahorro tiende a ser un sacrificio no rentable, un estancamiento que lo detiene de eximirse de muchos deleites, gastronómicos, diversiones , paseos, fiestas y demás, en resumen a llevar una vida miserable.

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Si la economía no enrumba y no se sofoca a pequeños índices la inseguridad, las repercusiones de peligro continuarán hasta en las más recónditas callejuelas. Ecuador, como país, además de la abultada deuda externa e interna, está en deuda con su pueblo. Hace mucha falta la monetización social, cuya finalidad es dar apertura a las fuentes de empleo y trabajo, con inversión pública, para reparar y construir carreteras, dinamizar el trabajo del agro, la mano de obra, sembrando en las vastas tierras incultas, por supuesto con la anuencia de sus propietarios. Tenemos más que suficiente mano de obra ociosa predispuesta y lista para trabajar.

No existe inversión, sea nacional o extranjera, que se atreva a rechazar el apetitoso bocado a sus caudales que son las abundantes materias primas, oro, plata, cobre, petróleo y feraces tierras ecuatorianas exentas de catástrofes climáticas. Atrayéndolos con el atractivo de que no pagarán impuestos a sus utilidades, siempre y cuando creen puestos de trabajo en los sitios con mayor necesidad. El Estado y el pueblo se beneficiarían y las arcas fiscales se robustecerían con mayores recaudaciones. Al promover la movilidad humana que mueve el consumo se garantiza el flujo del dinero, que acarrea bonanzas económicas y felicidad. Un pueblo alegre con empleo no roba ni mata, cuida su bienestar, canta, baila, ríe y goza. (O)

César Antonio Jijón Sánchez, técnico de mantenimiento, Daule