Si los partidos y movimientos de oposición tuvieran verdaderas escuelas de capacitación, deberían incluir en sus materias la enseñanza de la aritmética básica, la de la suma y la resta, de la división y la multiplicación. Las clases tendrían que comenzar por los niveles más altos, los de sus dirigentes, que no llegan a entender que las reglas elementales de esas operaciones están por encima de las voluntades y de las declaraciones altisonantes de pureza ideológica.

Para comenzar, llama la atención que no hagan una simple resta para calcular sus posibilidades en la elección presidencial. Cualquier persona medianamente informada sabe que no está disponible la totalidad de votos del padrón, porque una parte importante ya la tiene la candidatura oficial. Es el famoso voto duro, que significa casi un tercio del total. Por tanto, por simple resta se deduce que solo quedan para repartir –por medio del ejercicio aritmético de la división– los dos tercios restantes. Sus agrupaciones no disputan el 100%, sino alrededor del 66%. Esto significa no solamente que los pedazos de la torta serán proporcionalmente más pequeños, sino que los votos que puede ganar uno (lo que suma), le quita a otro de ellos (resta) y no al candidato gubernamental. En definitiva, la contienda se establece entre las oposiciones. Pero ya que esto debe sonar a matemática compleja y no a la aritmética básica, mejor dejarlo ahí.

En las elecciones legislativas es en donde pesará de manera más fuerte el desconocimiento de la aritmética. Allí están en disputa 137 escaños que se eligen en circunscripciones de diversos tamaños. De acuerdo con los parámetros establecidos, solamente una es grande (la nacional en que se elige a quince asambleístas), una es mediana (Los Ríos, con seis) y el resto son chicas. De estas últimas, en ocho circunscripciones (provincias y distritos de las provincias más grandes) se eligen cinco representantes; en diez se eligen cuatro; en seis se eligen tres; y en nueve solamente dos. Por consiguiente, 116 asambleístas provienen de circunscripciones pequeñas, donde las fórmulas de reparto proporcional (D’Hondt o cualquier otra) causan muy poco efecto o directamente no lo tienen. La simple aritmética enseña que es absolutamente imposible lograr proporcionalidad entre votos y puestos en circunscripciones que eligen a dos o tres representantes. Incluso en las que eligen cuatro son limitados los efectos de las fórmulas.

En esas condiciones, si AP logra mantener el voto duro, vale decir el tercio del electorado, también en las legislativas, podrá fácilmente contar con la mayoría absoluta en la próxima asamblea. Para ello cuenta con dos elementos a su favor. Primero, tiene bastiones electorales relativamente consolidados, como el de asambleístas nacionales, Manabí, Los Ríos y los distritos del exterior. La división de la oposición en esas circunscripciones le otorgará a AP una proporción significativamente más alta que la correspondiente a su votación. Segundo, si la oposición presenta varias listas en las circunscripciones pequeñas, AP incrementará sus posibilidades, como ocurrió en la elección de los actuales asambleístas.

Información útil: en internet circulan manuales de aritmética para dummies. (O)