Este año ha sido un periodo benigno para las exportaciones de banano ecuatoriano, aclaro para las exportaciones, porque para la productividad no lo ha sido tanto.

En el exterior los fenómenos climáticos afectaron a nuestros países competidores e inclusive a nuestra producción, ayudado además por el atraso de la cosecha de fruta en el hemisferio norte, nuestro principal comprador. Esta vez el precio oficial funcionó; la fruta se negoció a niveles razonables e inclusive algunas exportadoras bonificaron a sus contratados.

Los dirigentes vitalicios bananeros se han mantenido callados, preocupados por negociar su fruta, los que la tienen, al mejor precio posible. El Gobierno, a través del Ministerio de Comercio Exterior, hace sus esfuerzos para llegar a un acuerdo con la comunidad europea en este mismo año.

El Magap (Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca) se reúne periódicamente en la mesa bananera para tratar de solucionar las inquietudes del sector, especialmente la derogatoria de la inoperante ley bananera.

Los proveedores de insumos y los fletes navieros se han mantenido a niveles razonables de precios, apoyados por la situación del petróleo.

Con estos antecedentes parecería que nos ha jugado el número. La pregunta es si nos jugará todos los años. La respuesta es que hay estar preparados para lo que normalmente sucede en este negocio. Esto es, contratar con el exportador y este, a su vez, con los clientes en el exterior o importador; manejarse con el precio oficial probado; eliminar aranceles, acuerdos y leyes obsoletas; controlar los precios de los insumos y fletes y flexibilizar las leyes laborales y ambientales.

Porque si una de las variables antes citadas no se repite, especialmente la recuperación de las producciones de Guatemala, Colombia, Honduras y Filipinas, lo que sí se repetirá es un exceso de producción con el consecuente descalabro de precios, perjuicio para los productores, especialmente para los pequeños; dolores de cabeza para el Estado y tierra fértil para los dirigentes politiqueros, que solo aparecen en épocas de vacas flacas. (O)

Cecilio Jalil Morante, ingeniero agrónomo, Guayaquil