El debate sigue: Cuenca, una ciudad que ha sobrepasado el medio millón de habitantes, con más de cien mil vehículos recorriendo simultáneamente por sus calles, con un índice de crecimiento del parque automotor de seis y hasta siete mil vehículos nuevos por año, requiere soluciones emergentes.

Y esas soluciones deben salir de las administraciones locales. Para la Prefectura, esa concentración de autos es más bien un buen negocio, por eso creó la denominada Tasa Solidaria: si quiere circular, pague. No importa el estado de las vías, ¡pague!

En el caso del “Gobierno Autónomo Descentralizado” –las comillas son mías, como dicen los manuales de redacción académica, pero en este caso para ironizar con aquello de “Autónomo” y “Descentralizado”– hay una solución en marcha, el proyecto Tranvía Cuatro Ríos, iniciativa de movilización alternativa que se pondrá en marcha a partir de 2016 con un sistema integrado de colectivos.

Pero tampoco es la solución absoluta: la cosa es contra los autos.

La propuesta va más bien por otro proyecto emblemático para el actual alcalde, Marcelo Cabrera Palacios, desde su anterior administración: una avenida de circunvalación de más de 50 kilómetros de longitud y un costo inicial de 600 millones de dólares –el Gobierno ha anticipado que no se involucrará en su financiamiento, como sí lo ha hecho con el metro de Quito– y que en mi modesta, antitécnica e inconsulta opinión es la solución perfecta. Para el incremento del parque automotor, insisto.

En la Universidad de Cuenca, con un perfil innecesariamente bajo, opera un equipo denominado Llacta Lab. Un grupo multidisciplinario que descifra y proyecta, en uno de sus aspectos, el tema de ciudades sustentables y trabaja adscrito al Departamento de Investigación de espacio y población.

Entendiendo sus posturas, proyecciones y conceptos, me atrevo a concluir que construir una especie de autopista de muchos carriles y que circunvale la ciudad puede ser la solución perfecta. Para los autos, insisto y subrayo.

Después de escuchar a una de las investigadoras del proyecto, efectivamente una circunvalación sería una solución para los involucrados con la venta de automóviles, pues según la lógica básica del urbanismo, promovería el aumento del número de automotores. ¿Por qué? Una autopista periférica motiva la reubicación de habitantes de la zona urbana, que poblarían nuevos espacios con mayor demanda de servicios básicos como consecuencia lógica. Ocurrió con la anterior circunvalación, que en menos de cincuenta años incorporó territorios rurales a la dinámica urbana y se volvió una vía interna en menos de lo previsto.

La alternativa que proponen los académicos es generar ciudades compactas y sustentables, con cambios en las políticas públicas que permitan calidad de vida en sectores urbanos.

Aceptamos la falta de profundización en el debate del conocimiento técnico, pero esos distintos puntos de vista nos deben llevar a pensar que la discusión no solo se trata de cuánto cuesta –o dejó de costar de un momento a otro– el proyecto de circunvalación. Se trata de pensar en la ciudad con proyección y sin egos políticos ni ambiciones económicas: ya se están adelantando cálculos sobre ventas, reventas y plusvalías en los territorios involucrados. Pero ese es otro tema. (O)