La acusación contra Bonil por una caricatura reflejando la triste actuación de un legislador en la Asamblea debe llevarle al Ecuador a varias reflexiones, y entre ellas:

Que los partidos y organizaciones políticas que presentaron y presentan como candidatos a desempeñar funciones públicas a personas que no están preparadas para ejercerlas, deben presentar disculpas a la ciudadanía por tomar a la ligera asuntos tan serios. El Ecuador necesita –como todo país– que en cada función pública se encuentre una persona preparada para cumplir con sus obligaciones de la más eficiente manera. No es la popularidad ganada en eventos deportivos o en la farándula, la razón para seleccionar a los candidatos. De la misma manera, el llamado a una candidatura debe hacerse un examen de conciencia de si en su vida se preparó constantemente para esa posición, y que por esa preparación va a poder devengar el salario que le pagan los ecuatorianos con sus impuestos. Si no está preparado, triste será el papel que desempeñe. Con la demanda han hecho aún más notoria la actuación que llamó al caricaturista a formular su crítica. Con su crítica, el caricaturista ha defendido los intereses ciudadanos que exigen preparación para el desempeño de las funciones públicas. Merece reconocimiento público, no sanción. Es el legislador el que debe disculparse ante la ciudadanía.

Esto de los colores de la piel que Dios o la naturaleza han distribuido entre los seres humanos y que mucho tienen que ver con el clima, con la intensidad del sol, en las diversas regiones del planeta, no debe ser materia de discriminación, y nadie debe sentirse disminuido por algo que solo depende de la voluntad insondable del destino. Tal vez comprendiendo lo deleznable del argumento inicial, sustituyeron el fundamento de la demanda, la de discriminación racial, por la discriminación por razones socioeconómicas, que es menos sustentable todavía. Con tal cambio de fundamento han anulado su propio procedimiento. A nadie se le ocurrió burlarse por el color de su piel del ya fallecido diputado Jaime Hurtado: con su preparación, su cultura, su brillantez y su franca sonrisa, llamaba a la admiración y a la simpatía.

Cada vez es más extendido en las legislaciones el principio de que los personajes públicos están sujetos a la crítica general, más que los particulares, por la misma naturaleza de su participación en la vida pública; así que esto de andarse enojando porque a uno le publican una foto, o un video, provoca todavía más el afán crítico y burlesco de los espectadores; las demandas y expresiones que tratan de acanallar a los críticos, y exponerlos a ataques generales, lo que hacen es aumentar su número e imaginación y que se amplíe a dimensiones internacionales lo que ya habría sido olvidado.

Es triste para la imagen del país, y más para la de sus gobernantes, el que se hayan creado verdaderos tribunales especiales para juzgar y sancionar a los irreverentes. Los tribunales de la Inquisición merecieron la condena de la Historia. Sus víctimas, admiración eterna. La permanencia indefinida en el poder lleva al narcisismo, al abuso de autoridad. (O)

Con su crítica, el caricaturista ha defendido los intereses ciudadanos que exigen preparación para el desempeño de las funciones públicas. Merece reconocimiento público, no sanción. Es el legislador el que debe disculparse ante la ciudadanía.