El proyecto social-mercantilista, implementado por las dictaduras de los años sesenta y setenta, se derrumbó hace más de tres décadas. Desde entonces las clases dominantes no atinaron a proponer siquiera, mucho menos a construir, un proyecto de Estado. Los gobiernos dieron bandazos entre el populismo musical, el “neoliberalismo” gelatinoso, la socialdemocracia deshuesada... nada parecido a una propuesta de país. En algunas ocasiones les sonó la flauta, en las más de las veces se equivocaron, siempre a favor de ciertos intereses. Esto determinó que en el 2006, la sociedad decepcionada se eche en brazos de una versión de populismo que parecía menos inculta, porque estaba emperifollada con un discurso marxista... eso era lo único que gran parte de la población había oído durante toda su escolaridad, porque el magisterio no sabía otra cosa, de manera que cuando decían “imperialismo” o “plusvalía”, a las masas les sonaba a educación. Y por allí se fueron.

En el Ecuador no hay aristocracia, sino clases dominantes. Aristocracia significa los mejores, los selectos, algo que ciertamente no han sido quienes han detentado los poderes político, económico e incluso cultural. Prueba de ello es su incapacidad para proponer un proyecto de país cuando obsoleció el paradigma social-mercantilista. En parte esto se debió a intereses encontrados, pero sobre todo a su histórica ignorancia, de la cual llegan a vanagloriarse. Jamás vieron más allá del capó de sus enormes camionetas ni se pararon a pensar ¿en qué país queremos y podemos vivir? Lo más grave de todo esto es que la oposición al régimen nacionalista socialista sigue igual, su único afán es llegar en buenas condiciones al 2017.

Se requiere reflexión sistemática sobre la realidad de nuestra sociedad, crítica fundada de lo que se hizo y se hace para organizarla, y propuestas de nuevas estructuras que la enrumben, no al nivel de opiniones ocasionales, sino como tareas ordenadas y persistentes. Pero se ha hecho muy poco al respecto. Por eso se debe bienvenir el libro Entre el instinto y la razón, de Gabriela Calderón, en el que analiza temas fundamentales de economía y política, marcando pautas de pensamiento y acción, tanto sobre lo que se hace como sobre lo que hay que hacer. Politóloga graduada en universidades norteamericanas y vinculada al Cato Institute, el famoso think tank liberal, la autora está en una posición inmejorable para ser parte de este esfuerzo nacional por repensarnos. Joven y mujer, tiene el perfil ideal de los académicos, intelectuales y activistas que trazarán los verdaderos rumbos a tomar en el siglo XXI. Y es que no basta ser joven y tener pergaminos académicos para formar parte de esta vanguardia, los conceptos e ideas que utilicen deben conjugar lo que se hizo en otros países y funcionó, con lo que no se ha intentado nunca en Ecuador. Nada aportan mozalbetes acartonados reciclando recetas del siglo XIX, que fracasaron en todas partes, haciéndolas pasar por la novísima panacea. Por todo esto, la conceptuosa publicación de Gabriela Calderón ilusiona y esperanza. (O)