La edición en español de la revista National Geographic de enero del 2013 contiene un error de bulto en un artículo dedicado a nuestro Yasuní: llama reiteradamente “guaranís” a los huaoranis. Es incomprensible que una revista prestigiosa, que celebra con este número especial sus 125 años de aparición, incluya un error tan tonto. Además, el artículo de Scott Wallace lleva un título igualmente imperdonable para nuestro gobierno: “Selva tropical en venta”. A lo largo de 32 páginas de fotografías extraordinarias y un texto condensado, el artículo ratifica lo que muchas personas ya sospechaban en la comunidad internacional y en nuestro país: que desde hace varios años nuestro gobierno se ha venido preparando para decidir la explotación petrolera de la zona, y que la Iniciativa Yasuní ITT nació fallida.
El anuncio de la semana pasada del presidente Correa ha confirmado las sospechas. No se puede vender un Plan A si cada vez que se lo presenta se menciona al mismo tiempo el Plan B. De todos modos, muchos ciudadanos se preguntan este momento en nuestro país y en el exterior cuál era realmente el Plan A. Detrás de esta interrogación yace una pregunta más inquietante: ¿Cómo andamos de plata? Porque algunos pequeños indicios sugieren el comienzo de una época de austeridad, después de seis años de generosa inversión social: el despido de 1.250 empleados del IESS, la suspensión del almuerzo o subsidio de alimentación para los empleados públicos, el cierre de algunas embajadas y los controles más estrictos para ahorrar materiales en las oficinas del Estado.
La decisión presidencial de explotar el petróleo en una reducida zona del área resulta dolorosa para todo el país, pero muchos la consideran necesaria para mantener los programas de nuestro gobierno en vialidad, salud y educación. La actividad petrolera inevitablemente tendrá consecuencias irreversibles e irremediables para nuestra Amazonía; negarlo sería ignorar las nociones más elementales de la teoría general de los sistemas. ¿Acaso teníamos alternativa?, porque “la agobiada Iniciativa Yasuní ITT del presidente Correa” (como dice Wallace) nunca constituyó una verdadera alternativa. No podemos culpar a todo el planeta por “habernos fallado”, ni repudiar la supuesta “hipocresía internacional”. Si presumimos tanto de soberanía y dignidad, ello nos obliga a hacernos cargo de nuestros propios problemas en lugar de echarles la culpa a los otros. Además, somos tan consumistas como los países del norte, pero menos educados y cuidadosos del ambiente que ellos.
En la entrevista concedida por el presidente Correa a Wallace, el mandatario supuestamente afirmó el derecho a explotar nuestros recursos naturales, aunque estaría dispuesto a someter al voto popular la decisión. Se impone una consulta a los ecuatorianos en torno a la decisión, pero esto no tendría ningún sentido si al mismo tiempo no inventamos alternativas para obtener recursos que eviten la explotación de aquella zona. Eso nos coloca en una alternativa difícil e histórica: o mantenemos la espiral ecuatoriana de consumo, extracción y depredación de nuestro ambiente, o desarrollamos una nueva conciencia y nos convertimos todos en ambientalistas. Para salvar este territorio que –según la National Geographic– contiene “por hectárea de selva tropical más especies de insectos que las conocidas en la totalidad de los territorios de Estados Unidos y Canadá”.