Desde la colonia, Guayaquil fue el puerto de entrada a estas tierras. En 1958, un decreto de emergencia creó la Autoridad Portuaria de Guayaquil, con miras a la construcción del puerto que, efectivamente, se inauguró en 1963. Desde entonces, por Guayaquil salen la mayoría de nuestros productos de exportación y entra mucho de lo que importamos, en otras palabras, el comercio marítimo internacional, en un setenta por ciento, se realiza por esta ciudad.
Hoy se habla de que el puerto está al borde del colapso y de que es necesario construir uno nuevo, pero no hay acuerdo entre el Gobierno central y el Municipio acerca del lugar. En tanto, hay técnicos que afirman que lo mejor es dragar el canal de acceso al puerto actual para alcanzar un calado que permita ingresar a buques pospanamax.
Lo cierto es que el puerto debe seguir siendo el puerto de Guayaquil, por tradición, por experiencia y porque la ciudad se estancaría en su economía, lo que impediría su progreso y porque una ubicación fuera del cantón lo situaría más lejos de los centros de producción y crearía más costos de transporte vial. Este es un tema de extraordinaria importancia para la ciudad y para el sector exportador, que encontró aquí el lugar que le permite sacar, con comodidad, sus productos al mundo. Una ciudad de la importancia de Guayaquil bien merece un acuerdo para evitarle un grave daño.