La Cuadragésimo Tercera Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) tuvo como punto central de discusión la problemática de las drogas en el continente y las formas en que los estados deben enfrentar la misma. Abordar un tema así no resulta nada fácil, sobre todo si no se quiere caer en parcializaciones o reduccionismos. El enfoque debe ser multidisciplinar, pero dadas las limitaciones de espacio, nos centraremos en los aspectos económicos del narcotráfico. Solo el negocio de la cocaína movió alrededor del mundo, montos de venta por valores cercanos a los cien mil millones de dólares en el 2009, de acuerdo a datos de la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen (UNODC, por sus siglas en inglés), cincuenta y cinco mil millones el de la heroína y ciento cuarenta y un mil millones el de cannabis o marihuana, cifras a las que cabría añadir la de diecisiete mil millones de dólares que generó la comercialización de estimulantes tipo anfetamina en el mismo año.
En cuanto a la cadena de la oferta de drogas ilícitas, el grupo de expertos comisionado por la OEA para la elaboración del informe denominado El problema de las drogas en las Américas identifica a productores, narcotraficantes internacionales, narcotraficantes nacionales a gran escala y vendedores al por menor. Los primeros, conformados en nuestro continente por agricultores andinos en su mayoría, reciben menos del uno punto cinco por ciento de las ganancias generadas por el narcotráfico, en el que los traficantes internacionales y distribuidores minoritarios se llevan la parte del león. De igual forma debe tomarse en cuenta que los grandes decomisos se producen generalmente en la fase de la cadena en que el precio de la droga es más bajo (productores) y no al final de la misma en que el precio es estratosféricamente mayor. Este detalle no es menor, si se tiene en cuenta las diferencias de precios de la droga de país a país, pues una libra de marihuana que en México se vende en cuarenta dólares, puede ser comercializada en los Estados Unidos en cuatrocientos. Si tenemos en cuenta las cifras expuestas en párrafos anteriores y la distribución de las ganancias, entenderemos claramente las razones de la violencia generada entre bandas de narcotraficantes, por controlar sectores y rutas de comercialización, así como la incidencia de la ilegalidad de la droga en su precio final, que entre el mayorista y el minorista puede variar de tres a cinco veces de acuerdo al mismo estudio citado.
La “economía de corrupción” que generan las actividades asociadas al tráfico ilícito de sustancias prohibidas es un aspecto que no puede ser soslayado, cuando de analizar la problemática de la droga se trata. Los efectos son variados y se reflejan en una serie de ámbitos en la sociedad, pero hay dos de especial relevancia, me refiero al lavado de activos y el pago de coimas a las autoridades gubernamentales. En el primer caso los mecanismos resultan cada vez más numerosos e ingeniosos y van desde la utilización de empresas “fachada”, de empresas de alta rotación de dinero en efectivo de forma que los recursos lícitos e ilícitos se mezclen, realización de transacciones en el mercado de divisas y compra fraudulenta de bienes inmuebles, obras de arte o metales preciosos, entre otros “negocios”. Un escenario de lavado evidente se produce actualmente en la Argentina, con la existencia del denominado “dólar blue” o dólar comercializado en el mercado negro, el cual en marzo del 2013 se pagaba a 8 pesos con cincuenta centavos, mientras el dólar oficial se ubicaba en algo más de los cinco pesos. En cuanto a la corrupción de autoridades de gobierno, la incautación de libros contables a las mafias mexicanas mostró que si bien el promedio de ingresos de un empleado de un cartel del narcotráfico, es superior en uno punto seis veces al promedio de ingresos de los trabajadores en el sector formal, las mafias destinan mayores recursos al pago de sobornos que al de salarios. Esto explica el porqué las agencias policiales y de seguridad a nivel mundial son las primeras en oponerse a cualquier iniciativa de despenalización.
Lo anteriormente expuesto, nos muestra un panorama bastante más claro de las razones del narcotráfico, la violencia e impunidad con la que actúa y su facilidad para encontrar y reemplazar colaboradores, así como la necesidad de hallar soluciones que vayan más allá de la represión y criminalización, que hasta la fecha no ha servido para reducir el volumen del negocio, el poder de las mafias que lo controlan o el baño de sangre que ha asolado en los últimos treinta años al continente, especialmente en países como Colombia o México. Una alternativa que pase por más salud y educación y con menos visión carcelaria se hace urgente.
Los efectos son variados y se reflejan en una serie de ámbitos en la sociedad, pero hay dos de especial relevancia, me refiero al lavado de activos y el pago de coimas a las autoridades gubernamentales.