Darwin Moreno recibe una llamada pasadas las 04:00 del 29 de mayo. Está en Ibarra, una pequeña ciudad ubicada a dos horas de la capital, donde este hombre tiene una tienda de víveres.

Al otro lado de la línea, la voz de un agente de la Policía le informa que “el señor Gabriel Alexander Moreno Soto” sufrió un asalto en Quito y que está herido. También le pide el número de algún familiar con quien contactarse en la capital. La conversación es breve y no hay mayores detalles. Solo un cruce de datos fríos.

Los teléfonos de la familia Moreno empiezan a sonar antes del amanecer con el mensaje de que “algo malo le ha pasado al Álex”, como le llamaban todos en casa.

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La tía Ana, que vive en Quito, contesta una y otra vez su teléfono, y el agente le dice lo mismo: “El señor Gabriel Alexander Moreno Soto” sufrió un asalto y está herido, que, por favor, se acerque a las inmediaciones del Hospital Metropolitano.

Cuando ella llegó, los agentes le dijeron la verdad completa, que la víctima del asalto no estaba herida, sino muerta, y que el cuerpo tampoco estaba en la clínica, sino allí cerca, a cien metros de donde se habían encontrado, en la morgue.

La noticia corrió y enlutó a la familia. Pero fue más allá: conmocionó a los quiteños, quienes, pocas horas después, pudieron ver en sus celulares el video del asesinato. Miles de reproducciones frente a las mismas preguntas: ¿por qué?, ¿por qué lo mataron?, ¿no era suficiente con que le robaran el celular?

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Video registra la muerte

El último fin de semana de mayo, Alexander se quedó solo en el departamento que compartía con su tío Pedro Iván Moreno, quien viajó a Ibarra, a visitar a la familia. “Tráeme la impresora”, le dijo y se despidieron.

Una reconstrucción preliminar de sus últimos momentos muestra que en la noche del sábado 28 de mayo salió de su condominio, ubicado en el norte de Quito. Según los testimonios recabados hasta ahora, se reunió con sus amigos en un bar de La Mariscal (zona rosa de la capital), donde festejaron el cumpleaños de una de las chicas del grupo.

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La fiesta continuaba en la casa de uno de ellos, pero Alexander no quiso seguir y les pidió que lo dejaran en la plaza Argentina, junto a una gasolinera.

Así fue. Se quedó en la estación de servicio, entró al minimarket y compró unos snacks. Al salir, tomó la avenida 6 de Diciembre y empezó a caminar por el carril exclusivo de la Ecovía, con dirección a su casa, que estaba a unos tres kilómetros de distancia.

Video que captó el momento en que Alexander Moreno fue interceptado por los delincuentes en la avenida 6 de Diciembre. Foto: captura de video. Foto: El Universo

Una cámara de videovigilancia del sector registró su paso a las 03:20 del domingo 29. Es, precisamente, este video el que luego se viralizó.

Allí se puede ver que dos delincuentes corrieron hasta alcanzar a Alexander, quien se asustó, intentó zafarse, pero no opuso mayor resistencia. Los dos delincuentes le quitaron el celular y, de pronto, uno de ellos le apuñaló antes de emprender la huida.

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Entre el momento en que los ladrones lo sorprendieron y el instante en que se desplomó pasaron 20 segundos. Antes de que el minutero marcara las 03:21, ya el cuerpo de Alexander yacía sobre la calle.

El parte policial dice que presentaba “una herida de similares características a las producidas por un arma blanca en la región pectoral izquierda”.

La notificación fue realizada por el ECU911 al equipo de turno de la Policía, que hizo el levantamiento del cadáver a las 03:50.

En los informes se revela que Alexander no había bebido licor.

El sospechoso

El principal sospechoso detenido en el caso de Alexander Moreno es Ronaldo José P., un venezolano de 20 años que fue ubicado en el Comité del Pueblo, un populoso barrio del norte de Quito.

Tras el asesinato, la Policía inició las indagaciones de inmediato; principalmente, la recolección de testimonios, la revisión de las cámaras de seguridad de la zona y el rastreo del celular de Alexander.

La señal obtenida situó al teléfono en el Comité del Pueblo. Pedro Iván Moreno, tío de la víctima, cuenta que ese domingo los agentes llegaron hasta el sitio exacto donde señalaban los aparatos de ubicación.

Luego de una serie de requisas y comprobaciones, el celular fue encontrado en poder de Ronaldo José P., quien, además, llevaba ropa similar a la que se podía observar en los videos de los delincuentes.

No fue fácil detenerlo, pues los vecinos salieron a defenderlo e intentaron impedir que la Policía se lo llevara para las investigaciones, relata Moreno. Finalmente, fue detenido por los uniformados.

La Policía detuvo a Ronaldo José P. en el Comité del Pueblo. Es sospechosos de la muerte de Alexander Moreno. Foto: Cortesía Fiscalía General del Estado

La audiencia de flagrancia se efectuó el lunes 30 de mayo, a las 07:12, y según los documentos de la investigación, estuvo a cargo de la jueza Eliana Ibeth Carvajal Soria, de la Unidad Judicial de Garantías Penales con competencia en Infracciones Flagrantes. Ella ordenó la prisión preventiva del sospechoso “por el presunto delito de robo con muerte”.

Para la familia Moreno, sin embargo, el proceso recién empieza y es incierto. No se puede determinar aún, por ejemplo, si Ronaldo José P. fue el causante directo de la muerte de Alexander o si el otro ladrón fue el autor de la puñalada.

La etapa de instrucción fiscal, previa a un eventual juicio, tendrá una duración de 30 días.

No más cumpleaños felices

En la foto, rodeados de toda la familia, los tres cumpleañeros se destacan porque lucen un corbatín. Los homenajeados –el abuelo Víctor y sus dos nietos, David y Álex– soplaron las velas, como cuando eran niños.

El más alto de la foto es Gabriel Alexander Moreno Soto, quien tras graduarse en el colegio San Francisco, en Ibarra, se mudó a Quito y se matriculó en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Central. El 18 de mayo cumplió 22 años. Pero once días después, en la madrugada del domingo 29, fue asesinado.

Hoy su tío Pedro Iván, con quien vivía Alexander desde que empezó sus estudios en la Central, no quiere regresar al departamento. Allí todavía están las pertenencias de su sobrino. “No he tenido el valor de ir a ver su computadora, sus cuadernos, su ropa, la televisión”, dice.

Recuerda a su sobrino como un joven dedicado a los estudios. Si bien era el más alto de los Moreno Soto, no era buen deportista ni le gustaba salir.

“Era, más bien, tímido, muy tímido, y dedicado a la universidad. A los 5 años le gustaba resolver crucigramas; de pronto, tenía la palabra justa… Como dice ahora mi hijo Iván: Este mundo no era para el Álex”. Y se refiere al mundo porque lo ha estudiado.

Pedro Iván lleva cerca de 30 años como profesor universitario y ha estado vinculado a la lucha de causas sociales.

Hace algunos años organizó un encuentro internacional a favor de los migrantes. Hoy se cuestiona. “No reniego de mis convicciones, pero cuando te pasan estas cosas de cerca y te topan, muchas cosas se vienen a la cabeza”, reflexiona, sin dejar de defender el marco de los derechos humanos como paraguas para que la gente lleve una vida más digna.

En estos días combina su trabajo académico con la búsqueda de justicia. Sostiene que no comparte la idea de reforzar estereotipos para criminalizar a nadie, pero, a la vez, promete no desmayar hasta que el asesino de su sobrino sea encontrado y pague con la cárcel.

Los sentimientos encontrados de Pedro Iván recorren a toda la familia Moreno. No saben qué hacer más allá de insistir con el proceso legal, pues, debido a la constante descomposición de la institucionalidad del Estado, no tienen confianza en la justicia ecuatoriana. Temen que los jueces y autoridades dejen este caso, “al igual que muchos, en el olvido”.

En Ibarra, Darwin Moreno, el papá de Alexander, cerró la tienda durante la última semana, puesto que los conocidos si bien fueron a darle el pésame, también llegaron con el celular en la mano, sin la menor prudencia, a mostrarle el video del ECU911.

Conforme pasen los días, es posible que la tienda vuelva a abrir sus puertas al vecindario.

El resto de la familia –abuelos, tíos, primos, compadres– intenta asumir la pérdida y ha vuelto a sus actividades cotidianas, como si sus vidas pudieran ser como antes. Todos lo hacen en silencio. Durante mucho tiempo no habrá más cumpleaños felices en la familia Moreno. Y si algún regalo se puede pedir, comenta Pedro Iván, es que no haya impunidad ni olvido en una ciudad, Quito, secuestrada por el miedo y la impotencia. (I)