Cuando acaba este viernes 31 de enero el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte dejará de ser oficialmente miembro de la Unión Europea.

Como si fuera una metáfora de lo que algunos critican como 47 años de preponderancia europea, el brexit tendrá lugar en el último segundo del día... en la Europa continental, que para los británicos serán las 23:00.

Un reloj proyectado en la fachada de ladrillo negro de Downing Street, residencia oficial del primer ministro Boris Johnson, marcará la cuenta atrás.

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"Esto no es un final sino un comienzo", debe afirmar el primer ministro en un mensaje a la nación televisado por la noche. Poniendo fin a años de una crisis política que acabó con la carrera de sus dos predecesores, David Cameron y Theresa May, Johnson se apunta una enorme victoria personal.

Sin embargo, la fecha es sobre todo simbólica porque, en realidad, casi nada cambiará durante el periodo de transición previsto hasta finales de diciembre.

También hubo lágrimas

En tanto, partidarios del brexit se congregaron con banderas británicas para una gran fiesta organizada frente al Parlamento de Westminster, que durante tres años fue escenario de los acalorados debates sobre la cuestión más importante y divisiva en la historia reciente del país.

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"Con todo el respeto por los ciudadanos europeos (...) la UE es una estafa, ha sido una estafa desde que entramos y estoy muy contento de que nos vayamos", dijo Wayne Green, de 48 años, celebrando un retorno a la plena soberanía.

A pocos metros, en la misma plaza, los detractores del Brexit, entre ellos jóvenes que no votaron en el referéndum de 2016 y ahora ven su futuro truncado fuera de la UE, vertían sus lágrimas.

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"Siento pena, tristeza. Es muy, muy terrible que esto esté sucediendo realmente", decía Katrina Graham, de 31 años.

Mucho ha llovido desde la victoria del Brexit en aquella consulta, cuando 52% de los británicos votó por abandonar la UE. Pero, según una encuesta publicada esta semana, solo un 30% de los proeuropeos ha completado el "duelo" psicológico de esta ruptura.

Líderes de Escocia vuelven a pensar en independencia

La ministra principal de Escocia, la independentista Nicola Sturgeon, quiere un nuevo referendo de independencia en Escocia para volver a la Unión Europea.

Una especial tristeza se vivía en Escocia, nación semiautónoma que votó muy mayoritariamente contra el Brexit y donde, por decisión de su Parlamento, seguirá ondeando la bandera europea.

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"Esta tristeza está llena de ira", afirmó en Edimburgo la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, quien prometió "hacer todo lo posible" para conseguir un nuevo referéndum de independencia este año con el objetivo de volver a reintegrar el bloque europeo.

Una relación que fue difícil por 47 años

El Reino Unido entró en la Comunidad Económica Europea -antecesora de la UE- en 1973, tras sufrir dos vetos de Francia, en 1963 y 1967, preocupada porque fuese un "caballo de Troya" de Estados Unidos.

Pero la relación entre Londres y Bruselas fue siempre complicada: los británicos no adoptaron la moneda única ni la libre circulación de personas, pidieron pagar menos al presupuesto europeo y siempre se opusieron a la integración política.

Pese a todo, el resultado del referéndum sorprendió y muchos lo explicaron como una reacción desesperada de los olvidados por la globalización, que querían así hacer oír su voz.

El brexit estaba previsto para el 29 de marzo de 2019. Pero la pugna en el Parlamento entre sus partidarios y sus detractores llevó a más de tres años de bloqueo político, roto por fin por Johnson cuando obtuvo una aplastante mayoría en las legislativas de diciembre capitalizando el hartazgo de los británicos con una situación que se eternizaba.

El brexit es "un fracaso y una lección para todos", consideró el presidente francés, Emmanuel Macron, mientras que para la canciller alemana Angela Merkel este 31 de enero marca una verdadera "ruptura" para Europa.

Nuevas negociaciones comerciales

A partir de ahora, Johnson tendrá por delante la difícil misión de negociar un acuerdo comercial con la UE, pero también con Estados Unidos, su gran baza para reemplazar a su principal socio comercial.

Pero las negociaciones no serán fáciles: Washington presionará para que Londres sea más laxo en materia de salud o medioambiental, mientras que Bruselas -temerosa de una competencia desleal- pedirá que se respeten estándares laborales y ecológicos.

La UE "defenderá sus propios intereses, pero con amistad y fraternidad", aseguró a su lado en rueda de prensa su par de la Eurocámara, David Sassoli. Los europeos tienen como línea roja el respeto de las reglas del juego laborales, fiscales, medioambientales.

Los 27 países del bloque asumen que el Reino Unido se convertirá en un rival a sus puertas, pero quieren evitar que sea un nuevo Singapur que socave el mercado europeo al bajar el nivel de las normas que protegen a los trabajadores, a los consumidores y al medio ambiente. (I)