Una gruesa lágrima resbala por la mejilla izquierda de una mujer que tiene atada una bandera venezolana a su cuello y sostiene un crucifijo en su mano derecha. Otra con ojos llorosos y un pito en su boca golpea una barra metálica. Ellas participan en la protesta del pasado sábado, en el lugar donde un militar mató a un joven, junto a otros miles de manifestantes, la mayoría jóvenes. Sus rostros muestran indignación, ira, angustia, impotencia.