Aunque diferentes situaciones nos hagan perder nuestra identidad como judíos o seres humanos, “la Jánuca nos enseña que siempre hay una vasija de aceite intacta, escondida, que es inviolable, que sí vamos a encontrar en cada ser humano. Esa vasija, que es pura, inviolable, que tiene toda la fuerza de la pureza y luz”.