Uno puede caminar de muchas formas. Puede ir muy rápido, viviendo el vértigo, maravillado con las cosas que observa al paso, con el viento golpeándole el rostro o moviéndole el cabello. Puede bajar el ritmo para percibir los olores a su alrededor, oír los susurros, ver los detalles. Puede, finalmente, detenerse y sentir la quietud de todo cuanto lo rodea.