El día está soleado y el leve viento hace mover por momentos las hojas alargadas del maizal sembrado hace un mes en el suelo arcilloso de la hacienda San José, ubicada a la entrada a El Azúcar, en Santa Elena.

Desde una pequeña parte alta, donde se sitúa la oficina de la propiedad, el sembrío parece una enorme alfombra verde y uniforme, que resalta entre los terrenos aledaños resquebrajados y que aún no han sido cultivados.

Carlos Andrade, dueño de la plantación, ha permitido que la empresa InntAgri Ecu-Andina ponga a volar un pequeño dron sobre su maíz para captar fotos aéreas. Es miércoles 4 de febrero. El aparato desarmable, con forma de nave y un peso de 700 gramos, lleva dos alas y una hélice que cabe en una mano.

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Con un software instalado en una laptop se programa la ruta del dron, con los datos del área y su ubicación: un vuelo de 30 minutos, con varias pasadas para cubrir 100 hectáreas.

Jorge Valdés, representante de InntAgri Ecu-Andina, agarra con las manos el aparato y lo impulsa para el vuelo. En segundos, el dron, con batería para volar hasta 45 minutos, alcanza los 160 metros de altura y de lejos parece otra ave más.

A su paso sobre el cultivo va captando fotos con una cámara RGB (siglas en inglés de rojo, verde y azul). Recoge más de 200 gráficas. Valdés afirma que con esas imágenes y el software se puede armar un modelo de la superficie, conocer las áreas sembradas y espacios vacíos.

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Diez minutos después del aterrizaje, el dron vuelve al cielo, pero con una cámara infrarrojo, cuyas fotografías ayudarán a visualizar las partes más verdes y claras de la plantación. “Nos permitirá tener la reflectancia de la planta, una idea de su vigorosidad y sanidad”, manifiesta Valdés.

Andrade, quien no había usado estos aparatos, afirma que, dependiendo de los resultados y su interpretación, se pueden implementar mejoras. “En cultivos como el maíz, es importante saber qué le pasa a la planta, pero como yo no puedo sobrevolar áreas en el interior, esto (el dron) podría ser importante para ver si hay deficiencia de nutrientes en un sector que quizá no me dé cuenta”, dice.

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El uso de drones en la agricultura intenta despegar en el país. Valdés vende estos aparatos en el mercado ecuatoriano y peruano. Sostiene que este instrumento puede ayudar a optimizar el uso de recursos. “Si hay problema de maleza, se puede aplicar el herbicida en el área donde hay problema”, alega.

InntAgri Ecu-Andina comercializa el dron en $ 40 mil. Un ingenio local que adquirió el equipo lo usa para detectar problemas de espacios vacíos, maleza y rendimiento agrícola.

Dayami Campo, directora del Grupo Zabala, firma que ofrece servicios con drones en el sector agrícola, asegura que haciendas de banano, cacao, mango y maracuyá han comenzado a solicitar esta tecnología.

“Se lo usa para determinar, en tiempo real, la medición de crecimiento de la plantación, en diferentes áreas y la zonificación”. El servicio, según los datos que se requieran, cuesta desde $ 25 por hectárea. (I)

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Datos
El dron puede adaptar diferentes tipos de cámaras fotográficas, dependiendo de los datos que se pretendan recopilar a partir de las imágenes captadas.