De un lado, Ramiro Endara, el restaurador. Del otro, Misael Cevallos, campesino de Riochico que lo asistía en varios trabajos por la habilidad de sus manos. Jalando con fuerza, la tarde del 1 de agosto del 2012, ambos lograron desenvainar el sable que, hasta ese entonces, solo se presumía que le había pertenecido al general Eloy Alfaro Delgado, líder de la Revolución Liberal.