Hay un fuerte sol. Pero en el páramo cerca a Colta, Chimborazo, la intensidad del frío estremece. Entre el silbido del viento, y detrás de diez ovejas, camina Rosa. Tiene 9 años, pero ya es una experta para cuidarlos. Dice que la mandaron a hacerlos pastar. No atina a mencionar la comunidad donde vive. Solo señala una elevación, a más de tres kilómetros de donde está. Y dice: “Allá atrás está la casa de papi”.