La escritora francesa Marguerite Yourcenar decía que el verdadero lugar de nacimiento está donde uno por primera vez se mira con una mirada inteligente. Aunque aprecio la definición de esta autora, a quien admiro y leo con devoción, pienso, sinceramente, que uno pertenece al lugar donde están sus primeros recuerdos. A pesar de que el tiempo pase, de que seamos adultos, en el fondo seguimos siendo eso que fuimos de niños. Por eso me resulta entrañable la frase de Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura colombiano: “Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie, ni seré nadie más, que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca”.

García Márquez, el escritor universal, nació en un pueblo remoto del Caribe colombiano y su padre era telegrafista. A pesar de su fama, él decía sentirse, simplemente, el hijo de un hombre de pueblo. Y aunque solo vivió en Aracataca los primeros años de infancia, sin aquellos recuerdos no habría sido posible su obra literaria, porque la literatura de García Márquez está impregnada de memoria. De recuerdos. De la geografía y de la gente de entonces. Macondo, el pueblo de Cien años de soledad, es, de alguna manera, Aracataca.

Cuánta importancia tiene, entonces, la etapa infantil en la vida de los seres humanos. La casa, la familia, el entorno social, son fundamentales. Forman parte de la historia individual, de los recuerdos más nítidos de todo adulto. “Ecuador es una isla de paz”, escuchábamos, por ejemplo, los niños del pasado, los chicos de las décadas de los 70 y acaso de los 80. Aunque la frase no era totalmente cierta, tampoco era una atroz mentira. Hoy, en cambio, resultaría una viva falacia. ¿Qué recuerdos tendrán en su adultez nuestros niños de hoy? ¿Qué sensaciones almacenarán de su de su ciudad, de su país? ¿Qué pueden hacer el arte, la literatura o un buen libro en estos tiempos violentos? ¿Cómo darles mayor protagonismo a la lectura y al arte en todas sus formas?

Lo pienso ahora, cuando acabamos de celebrar el Día Internacional del Niño. Cuando el presente se muestra para los ecuatorianos como una incertidumbre. En tanto, miro el pasado y en los recuerdos aparece mi lugar de nacimiento. El sitio es familia. Es sosiego. Es amigos. Paisaje. Río. Historias. (O)