Sus manos están llenas de grasa, al igual que sus uñas. Su ropa y zapatos están manchados con aceite quemado y, aunque eso la debería incomodar, a Luisana Bohórquez la enorgullece, pues hace más de cuatro años encontró en la mecánica su pasión.

Desde su niñez se inclinó por todo lo que tiene que ver con los carros, gustaba armar, desarmar autos de juguete. Aunque su madre, quien es enfermera, quiso que ella estudie medicina, ella afirma que lo que hace es como una rama transformada del oficio: “Soy doctora, pero de carros”.

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Al igual que los médicos, día a día estudia para conocer las nuevas ‘enfermedades’ de sus pacientes (los carros) y brindarles un tratamiento efectivo. Se autoeduca y no tiene temor de preguntar a sus mentores si es que algo desconoce.

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Lo que la llevó a decidirse a estudiar esta profesión, en la que poco a poco ganan espacio las mujeres, fue que desde niña quiso descubrir qué era lo que impulsaba a los vehículos a moverse, sin estar conectados a algo.

Comenzó a buscar esa respuesta y a los 16 encontró espacios en talleres de Guayaquil para practicar y recibir mentoría. Entre sus maestros estuvieron Marcelo Tapia y Vicente y Julio Carvallo, quienes tienen talleres en zonas del norte de Guayaquil.

Su familia la apoyó siempre en esa búsqueda y nunca la discriminó por su elección. Tampoco le exigían que siga estereotipos ya que Luisana se destacó, desde la adolescencia, por ser una mujer sencilla que no gusta de usar aretes y maquillaje. Más bien, en su vestimenta diaria prima la comodidad.

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Su cabello lo recoge siempre para que no le estorbe mientras realiza sus tareas durante el trabajo.

Luisana Borhorquez está estudiando en el Instituto Simón Bolívar para especializarse como mecánica automotriz. Foto: José Beltrán

Ingresó al Colegio Simón Bolívar, en donde se graduó de técnica electromecánica. De 37 estudiantes, solo dos eran mujeres, una de ellas era Luisana. Ahora cursa estudios en el horario nocturno en ese mismo instituto, pero para especializarse en mecánica automotriz.

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Pese a que han pasado un par de años, el escenario dentro de las aulas no ha cambiado y sigue siendo una de las dos mujeres dentro de un curso de más de 35, pero eso no la desmotiva.

Luisana se considera una supermujer y una mecánica a todo terreno. Dentro del taller que labora, en el sector de Las Orquídeas, no tiene reparos en tomar un pedazo de metal o de cartón y meterse debajo de un carro, tampoco tomar un trabajo que le cueste horas.

Ella toma su caja de herramientas, guantes, sus zapatos especiales con punta de acero y empieza a trabajar. “Poco a poco, los clientes se asombran menos de ver a una mujer mecánica, creo que eso es lo que más me agrada, que ya la gente acepte que las mujeres podemos hacer el mismo trabajo que un hombre”, relata.

Yo creo que poco a poco las mujeres estamos rompiendo los tabúes de que ciertas profesiones fuertes son solo para los hombres”.

Luisana Bohórquez, ejerce como mecánica desde hace 4 años.

Dentro del ámbito automotor, poco a poco se ha ido ganando el respeto de sus maestros y compañeros por su trabajo. Sin embargo, eso no la ha alejado de episodios de discriminación.

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Hace un año, cuando iba junto a su maestro del taller en el que trabajaba y con otros compañeros, no pudo entrar a una empresa a ejecutar un encargo.

Luisana, con su caja de herramientas en mano y todo el equipo de seguridad, esperó bajo el sol a que su equipo termine las labores en dicha empresa. Allí le dijeron que ella no podía ingresar por el simple hecho de que era una mujer. “Fue la única vez que he sentido la discriminación tan fuerte hacia mí, solo por ser mujer”, cuenta.

Uno de sus sueños es que una vez ganada la experiencia, pueda montar su propio taller en el que se priorice la atención a las mujeres y que sean mujeres también las que ofrezcan los servicios.

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“Hay muchas mujeres que no tienen conocimiento de cosas de carros y a veces los hombres no les quieren explicar, les ven la cara porque son mujeres. Yo quisiera tener un taller para que exista un trato que merecemos, porque nadie nace aprendiendo, pero se puede”, dice.

Luisana, por el momento, no se ve haciendo otra cosa que no sea la mecánica. Durante el día trabaja y en la noche estudia para ejercer con un título vigente. Con su esfuerzo, además, se ha comprado una motocicleta, la que le permite movilizarse desde su casa en Bastión hasta el trabajo.

“Yo creo que poco a poco las mujeres estamos rompiendo los tabúes de que ciertas profesiones fuertes son solo para los hombres. Las mujeres somos igual de capaces y podemos estar en un mundo de hombres sin ser discriminadas”, manifiesta. (I)