La guayaquileña Rosaelana Torres era una niña de 5 años cuando su mamá, Angélica, la empezó a llevar a las procesiones de Cristo del Consuelo, en el sur de Guayaquil.

Ella vivía en las calles Bolivia y Babahoyo a pocas cuadras de la parroquia-iglesia Cristo del Consuelo. Allí la fe se volvió la de todo un barrio, que movió a familias de todo Guayaquil y se extendió por todo el país.

Esta procesión que se realiza cada Viernes Santo lleva seis décadas de historia, por lo que es considerada la más grande del país.

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La mujer recuerda que el piso era de lodo, perdían hasta los zapatos, veían a la gente cumplir sus plegarias, recorrer de rodillas, con cadenas, sinnúmero de escenarios que se le pasan por la mente de la mujer que se jubiló de enfermera.

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Ella recordó que tuvo un hijo que nació prematuro, de 8 meses, estaba en incubadora y le dijeron que le daban horas de vida, le mandaron ya a comprar su cajita y ella acudió al Cristo de Consuelo a pedir un milagro por la vida de su hijo.

“Regresé a la maternidad Enrique Sotomayor y él ya estaba levantando su cabecita, ahora tiene 33 años”, comentó.

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Rosaelena contó que de su familia venían con su mamá, su hermana y su hija Johanna Paredes, quien también ha compartido esta tradición con sus hijos.

Ellas comentaron que pese a que se mudaron de Guayaquil, ellos cada año regresan para realizar la procesión. “Vivíamos aquí en el Cristo del Consuelo ahora en La Joya (zona de La Aurora, en Daule), pero cada año volvemos a la procesión”, comentó la mujer.

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Devotos acudieron este fin de semana para alistar detalles para la procesión del Cristo del Consuelo. Foto: Francisco Verni Foto: El Universo

Johanna, hija de Rosaelena, comentó que también tiene varios milagros concedidos por el Cristo del Consuelo.

“Mi hija nació con piel atópica, yo estaba desesperaba, vine para acá, le dije de todo a Dios, que me ayude, que se apiade de mi hija porque no reaccionaba a los tratamientos, pero luego se fue curando poco a poco, al punto que eso tiene controlado”, dijo Johanna.

Fieles que acuden a la iglesia del Cristo del Consuelo detallan la enorme devoción que nació en ellos, gracias al padre Gerardo Villegas, quien impulsó la creación de esta procesión.

“Nosotros sí llorábamos con lo que nos decía el padre Villegas, hasta el más duro le arrancaba lágrimas, nos nacía una devoción por el Cristo del Consuelo, algo milagroso, tanta devoción, siempre recomiendo que si alguien necesita un favor acuda al Cristo del Consuelo”, comentó Rosaelena.

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Eduardo Chuchuca junto a sus compañeros alistando los preparativos para la procesión del Cristo del Consuelo. Foto: Francisco Verni Foto: El Universo

Otro de los ciudadanos que compartió su fe con su familia fue Eduardo Chuchuca Mariscal, catequista de 77 años.

Él comentó que tiene más de 60 años acudiendo a la procesión del Cristo del Consuelo y que su mayor regalo son sus cuatro hijos, que han venido a acompañarlo desde que estaban muy pequeños.

“Mi hija de 12 añitos me dijo: ‘papi, yo quiero ir sin zapatos’. Y por ahí iba dejando ya los zapatos botados en la calle. Otro de mis hijos, pequeñito quiso venir, y me se me ahogaba entre la gente, brincaba porque no alcanzaba a coger aire, me lo ponía yo sobre los hombros y seguíamos caminando”, recordó el hombre, quien estuvo este fin de semana en la parroquia realizando los preparativos para la procesión.

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El guayaquileño comentó que uno de los principales milagros en su vida es que uno de sus hijos pudo salir del estado vegetal a causa de un accidente. “El Cristo del Consuelo me devolvió a un hijo en estado vegetal. Nadie me quería creer que él volvió a la vida, todo por mi Cristo”, dijo el catequista de la parroquia del mismo nombre.

El hombre comentó que su familia puso como eje de su fe al Cristo del Consuelo y que lo más esperado de cada año era compartir en procesión, por lo que este año también participará para dar gracias por la salud y continuar con vida. (I)