Más allá de lo que decida la justicia acerca de la disputa que mantienen los comerciantes informales con el Municipio de Guayaquil para desarrollar o no su trabajo en las calles, el cabildo debería establecer una política pública a largo plazo que permita desconcentrar las actividades de los trabajadores autónomos, dicen expertos en desarrollo y planificación urbana, quienes coinciden en que es adecuado regularizarlos en su actividad, pero antes se les debe ofrecer un escenario propicio y no una medida parche.

Abrir otros espacios, como la explanada de Mucho Lote, que destaca el Municipio ante este conflicto, es lo adecuado para el gobierno local, dice el planificador urbano Héctor Hugo Ullauri; pero no para los comerciantes informales que quieren seguir en los alrededores de la Bahía, porque aseguran que allá no venderán lo mismo y ganarán menos.

Frente a estos puntos de vista que se contraponen, el también docente e investigador de la Universidad de Guayaquil dice que al Municipio se le presenta la oportunidad para desconcentrar la actividad comercial, que no necesariamente implica dispersar a los comerciales hacia cualquier lugar.

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“Está bien hacer una desconcentración, pero hay que saber dónde hacerlo. Hay que tener en cuenta las facilidades del transporte. Por ejemplo, a la Bahía se llega en Metrovía desde varios puntos de la ciudad; entonces, no es lo mismo prolongar este corredor comercial que hacer uno nuevo en otro lado, donde se tenga que formar la identidad del sector como comercial y la gente lo visualice así para que acuda masivamente a comprar”, sostiene Hugo.

Su idea es desarrollar una ampliación del Malecón 2000 hacia el sur y revisar qué espacios hay en el Barrio del Astillero para hacer una prolongación de la Bahía y así ordenar el comercio de los trabajadores autónomos, a los que se debe legalizar.

Comerciantes formales rechazan la presencia de los informales, que han sido desalojados por el Municipio de Guayaquil y con letreros se advierte que no pueden permanecer en las calles de la Bahía. Foto: El Universo

“Por más que haya otros sitios más bonitos y cómodos, si la gente no va a esos sitios, el comerciante no va a querer estar allá”, reflexiona Héctor Hugo.

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Con su criterio coincide Luis Alfonso Saltos, especialista en planificación urbana, quien dice que está bien generar una estructura ordenada de la ciudad para estas actividades urbanas, pero también hay que verlo desde la otra perspectiva, que es lo que los informales defienden.

“La gente no busca al comerciante, el comerciante busca asentarse donde está la gente”, así empieza su reflexión. Por eso la Bahía, que nació desde la informalidad que ahora se busca combatir, es un lugar atractivo, porque tiene las condiciones que el comercio requiere: ya es un punto consolidado de visitas, hay facilidad del transporte, el usuario tiene a sus alrededores otras zonas comerciales y de servicios, como oficinas, bancos o dependencias públicas, y espacios de libre esparcimiento, como parques y el Malecón.

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Comerciantes informales, que hicieron un plantón afuera del juzgado en el Albán Borja, esperan que se respete la primera decisión judicial que les amparó continuar vendiendo en las calles. Foto: El Universo

Con base en esa experiencia de usuario, el Municipio debe tener una política pública tendiente a generar nuevas zonas de desarrollo interno de la ciudad, y de esa forma ya no concentrar todo en un solo lugar, prosigue Saltos. “Pero primero hay que generar el escenario con políticas públicas, regeneración urbana, cambios de ordenanzas, cambios de plan de uso de suelo y lograr hacer atractivos a estos sectores. Luego de eso, allí sí poner a los comerciantes, a los que hay que formalizarlos, y ellos van a tener un lugar ideal para lograr ventas considerables en espacios atractivos y no tendrán la necesidad de regresar a la Bahía”.

Este experto advierte: “¿Qué pasa si los informales van ahora mismo a otro lugar y no venden o no ganan lo mismo? Se van a regresar adonde estaban y el Municipio se quedará con una infraestructura vacía”. Por eso es vital una planificación tomando en cuenta los elementos que hacen atractivo a un lugar para el comercio.

Saltos recuerda procesos de regularización municipal que sí han funcionado, como el mercado de las cuatro manzanas, donde se reestructuró el comercio informal de la Pedro Pablo Gómez, que aunque tuvo un inicio difícil, después tuvo una acogida histórica, por la economía y por su ubicación cercana a donde ya se hacían esas actividades, pero en una mejor estructura, ordenada.

Pero también señala otras iniciativas que no han funcionado, “como lo que pasó con el mercado de la Guangala, atrás de la calle Pío Jaramillo, cerca de la Coviem, donde no hay ni un alma y solo sirve como bodega del Municipio. Cuidado puede pasar lo mismo con los informales: si no tienen un lugar atractivo donde vaya la gente, ellos regresarán adonde saben que sí venden”.

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La desconcentración del comercio, de acuerdo con la visión de Héctor Hugo, puede hacerse prolongando un sector comercial, como el de la Bahía, o creando un espacio similar en otro punto de la ciudad, donde exista alta demanda de bienes y servicios y fácil accesibilidad para la ciudadanía.

Él apunta como sugerencia a un terreno del parque Samanes que va desde la autopista Narcisa de Jesús hasta la orilla del río Daule: “Esa podría ser una buena opción, ya que la gente acude al parque Samanes a recrearse (ya existe la condición de flujo de personas) y a la vez puede llegar a comprar a precios convenientes”.

Área del parque Samanes que puede ser usada como nuevo polo de desarrollo para el comercio, según propone el planificador urbano Héctor Hugo Ullauri.

La llegada a este sector del norte también presenta facilidades de transporte, incluso el sistema de la Metrovía podría ampliarse hasta allá, pero este urbanista dice que se puede añadir otra vía de acceso: la fluvial.

“De esa manera se arma una ruta turística fluvial del pequeño comercio”, dice Hugo. “Cualquier sistema de movilidad funciona cuando une puntos de interés”.

Para reactivar lo fluvial, sostiene el experto, hay que ubicar bienes y servicios en sus orillas, como parques, centros comerciales, hospitales, etc. “En ese momento se genera el interés de la ciudadanía para usar un sistema de transporte en particular y así se impulsa no solo el comercio, sino también el turismo en la ciudad. Una ruta comercial, con puntos de interés a lo largo del río Daule y del Guayas, reactivaría la economía”, concluye. (I)